Más investigación en las universidades privadas

La presencia de investigadores en las universidades privadas de la Argentina aumentó durante los últimos años. Cada institución tiene su propia estrategia y las principales áreas de estudio son las ciencias sociales y de la salud.

Vanina Lombardi  
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Agencia TSS – “Las universidades privadas son las entidades que más han crecido, un 118,9 por ciento en los investigadores y un 166,2 por ciento en los becarios”, entre los años 2001 y 2011. Así lo detalla un estudio sobre la evolución de la investigación en las universidades públicas de gestión privada llevado a cabo por los investigadores Osvaldo Barsky y Gabriela Giba, donde también se detalla que el crecimiento en las universidades públicas, en cambio, fue menor: de 85,84 por ciento para los investigadores y 101,75 por ciento en el caso de los becarios.

Según el informe, que constituye un adelanto del documento que se preparará para el próximo encuentro de investigadores que organiza el Consejo de Rectores de Universidades Privadas (CRUP), que se realizará en septiembre de este año, las áreas de investigación más elegidas son las ciencias sociales (41 por ciento), seguidas por las ciencias médicas (21 por ciento) y las ingenierías y tecnologías (15 por ciento). Estas tendencias se reiteran en la cantidad de becarios, lo que “hace presumir -según el informe- que las mismas se mantendrán en el tiempo”.

Los ejemplos que dan cuenta de esta evolución son varios. La Universidad Argentina de la Empresa  (UADE) es uno de ellos, pues “empezó a prestarle más atención a la investigación durante la última década y, como parte de ese proceso de desarrollo interno, en algún momento surgió la necesidad de acercarse y vincularse al CONICET”, recuerda Andrés Cuesta, coordinador de Investigaciones de la UADE. Y agrega que, desde entonces, empezaron a “destinar más presupuesto a la investigación, contratamos a más investigadores y trabajamos en forma interna hasta que establecimos el vínculo con el CONICET”.

Equipo de Resonancia Magnética Nuclear adquirido con fondos del CONICET en el Instituto Fleni.

Algo similar ocurrió en la Universidad Católica de Córdoba (UCC): “Tenemos ya una larga historia, de más de 50 años, pero la investigación se organizó alrededor del año 2001 y ha tenido un desarrollo sostenido. Actualmente, hacemos dos tipos de investigaciones, una orientada básicamente a equipos de docencia, para reforzar las cátedras; y otra de mayor excelencia, generalmente dada por investigadores que también forman parte del CONICET”, explica Gustavo Ortiz, secretario de Investigación de la UCC.

Por su parte, Marcelo Risk, director del Departamento de Investigación del ITBA, recuerda que “la incorporación de la investigación se fue dando paulatinamente a lo largo de los años y se incrementó significativamente en los últimos”. Hoy, en dicha institución hay alrededor de 20 equipos de investigación que trabajan en tres grandes áreas que se consideran prioritarias (energía, TIC y bioingeniería), y cuentan con una política “muy activa” de propiedad intelectual, que incluye y promueve la generación de modelos de utilidad y patentes. “Este incremento significativo forma parte de la evolución de la universidad, porque claramente las mejores, tanto a nivel nacional como internacional, son las que tienen mejor investigación”, destaca Risk.

Historia de investigaciones

El por qué las universidades privadas comenzaron a priorizar la investigación durante el último decenio hay que buscarlo en la historia de la formación de estas instituciones. Los primeros impulsores fueron científicos provenientes de las ciencias exactas formados en el exterior, que en las décadas de 1930 y 1940 promovieron su constitución siguiendo el modelo norteamericano que, entre otras cosas, planteaba la necesidad de que docentes y alumnos se dedicaran a la investigación. La autorización llegó en 1958, pero no podían recibir recursos estatales, lo que dificultó el desarrollo de las carreras científicas que tenían altos costos de equipamiento e insumos. “Nacen con ese pecado original de que, a diferencia de otros países, las universidades privadas tenían que autofinanciarse y por eso la investigación quedó relegada”, explica Barsky, que también es asesor del CRUP y de la Universidad de Belgrano en el área de Ciencia y Tecnología.

Esta situación comenzó a cambiar en 1995, tras la sanción de la ley de educación superior 24.521/95, que entre otras cosas estableció que el Estado puede apoyar proyectos de investigación de instituciones reconocidas que lo soliciten. “Ahí se abrió un sendero interesante e importante, porque las privadas pudieron empezar a presentarse en los Programas de Investigación de Ciencia y Tecnología (PICT)”, afirma Barsky, aunque aclara que hay que considerar la historia de cada institución en particular, ya que  también “empiezan a aparecer universidades que vienen de otro perfil, no las originales que tuvieron que nacer desde cero, sino otras que ya existían como institutos de investigación”.

Fuente: “EVOLUCIÓN DE LA INVESTIGACIÓN EN LAS UNIVERSIDADES PÚBLICAS DE GESTIÓN PRIVADA. 2001-2011”.
Osvaldo Barsky y Gabriela Giba. Octubre de 2013

La Universidad Torcuato Di Tella constituye un ejemplo de ello: “La marca de origen, desde el año ’92, cuando se creó la universidad, es que investigación y docencia están mancomunadas”, destaca Catalina Smulovitz, vicerrectora de esta institución que hoy cuenta con alrededor de 70 docentes de tiempo completo, y aclara que “la investigación es uno de los puntos centrales a la hora de pensar en el cuerpo docente de la universidad. Ser profesor full time para la Di Tella significa tener dedicación exclusiva a la docencia y la investigación en la universidad”.

Además, a diferencia de otras casas de altos estudios, la financiación de la investigación corre principalmente por cuenta de los investigadores, que son los encargados de conseguir los fondos para avanzar con su trabajo. “En la mayor parte de los casos, consiguen fondos internacionales o locales. Salvo excepciones, la universidad no financia la investigación de los docentes, sino que brinda la infraestructura de apoyo para la realización de esas investigaciones”, explica Smulovitz y agrega que, del mismo modo, tampoco definen las líneas de investigación, sino que “cada profesor en particular fija su propia agenda intelectual en función de sus intereses”.

El mapa heterogéneo de la investigación

Otro hecho que impulsó a las universidades privadas a orientarse a la investigación fue la formación y consolidación de la CONEAU (Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria), que comenzó a funcionar en 1996 con la intención de convertirse en “una pieza fundamental para mejorar la calidad de la educación superior”, tal como figura en el sitio web de la Comisión. “El impacto de los recursos del FOMEC (Fondo para el mejoramiento de la calidad universitaria) y las exigencias de la CONEAU para la acreditación de posgrados y carreras de grado generó una presión objetiva fuerte sobre la investigación que se demandaba y esto hizo que las universidades privadas empezaran a asignar crecientemente recursos al área de investigación”, recuerda Barsky, que fue coordinador del área de acreditación de posgrados de la CONEAU y académico del FOMEC.

Ricardo Sánchez Peña, director de la carrera de Doctorado en Ingeniería en el ITBA e investigador principal del CONICET,
desarrollando algoritmos de vehículos aéreos no tripulados, conocidos como UAV

“Procuramos que la investigación este fuertemente articulada con la docencia”, asegura Ortiz, de la UCC, y reconoce que esto es así, “por un lado, porque consideramos que en una universidad ambas se tienen que complementar; y por otro, por las exigencias de la CONEAU, que para cualquier habilitación de posgrado que intentemos nos exige que esté sustentado en equipos de investigación”.

Las exigencias también son elevadas en la Universidad Di Tella. Según Smulovitz, “los profesores son evaluados anualmente por su capacidad docente y también por su producción de investigación, para lo cual se utilizan sistemas de medición internacionales. Cada departamento define, según la categoría del profesor, los niveles de publicaciones internacionales y nacionales que tiene que tener el investigador”.

Red de conocimiento

El informe elaborado por Barsky y Giba destaca la creciente interrelación entre el sistema estatal y privado a nivel de los recursos humanos, que “se refleja también en el importante avance del número de investigadores del CONICET radicados en las universidades privadas”. Si bien el informe advierte que no es fácil calcular con precisión esa cantidad, se estima que se desempeñan 130 becarios y 190 investigadores del CONICET en universidades privadas de la Argentina. Al respecto, el estudio detalla que “se destacan en las áreas de ciencias sociales y humanidades, ciencias biológicas y de la salud, ciencias agrarias e ingenierías. También se observa una alta concentración regional con eje en la ciudad de Buenos Aires, que con la provincia de Buenos Aires y la de Córdoba expresan el 95,8 por ciento de estos investigadores”.

El investigador Osvaldo Barsky desarrolló junto a Gabriela Giba un estudio sobre la evolución de la investigación
en las universidades públicas de gestión privada.

Barsky advierte que tras la crisis económica que sufrió la Argentina al final del gobierno de Raúl Alfonsín se produjo un proceso de convergencia entre los investigadores: “Los sueldos habían caído mucho tanto en las universidades públicas como en el CONICET, por eso hubo investigadores que se fueron o complementaron sus ingresos en las universidades privadas. Entonces, si uno mira detrás de lo formal e institucional, encuentra que se armó una red de investigadores que están tanto en el ámbito público y privado, un entramado de difusión del conocimiento a través de las personas”.

Estos cambios han derivado en lo que el especialista denomina “un mapa heterogéneo”, en el cual cada universidad tiene su propia historia, características y estrategias. “La presión de la CONEAU está generando dos tipos de respuesta en las privadas: hay un núcleo que responde yendo hacia una mayor calidad, aunque sea por razones comerciales; y otro que lo considera un gasto elevado o que no tiene los recursos y sigue con estrategias más tradicionales”, sintetiza Barsky y concluye: “El panorama es complejo, pero si se considera en términos agregados, el sector universitario privado crece con fuerza en materia de investigación”.