TSS participó de la última semana de festejos por los 60 años del Instituto Balseiro. Se organizaron conferencias y participaron egresados de diversas promociones, muchos de ellos profesionales destacados a nivel local e internacional.
Agencia TSS – El Instituto Balseiro (IB) está situado dentro del Centro Atómico Bariloche (CAB), que pertenece a la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), en un espacio donde los edificios tienden a quedar ocultos entre los árboles. Fue creado en agosto de 1955, por un convenio entre la CNEA y la Universidad de Cuyo, y a lo largo del tiempo se ha convertido en un centro de investigación de referencia, con un rol clave en el desarrollo de la industria nuclear de la Argentina. Por eso, durante todo 2015 se desarrollaron actividades conmemorativas por los 60 años del IB, que concluyeron a mediados de diciembre. Las actividades comprendieron una serie de charlas científicas y encuentros en los cuales egresados de distintas promociones compartieron con colegas de otras generaciones sus logros y trayectorias, algunas vinculadas a investigaciones teóricas y experimentales; otras a las aplicaciones y usos industriales.
Entre los referentes del primer grupo, participaron Juan Martín Maldacena (de la promoción 1991, que en 2012 fue uno de los nueve científicos que recibió el Premio Yuri Milner a la Física Fundamental, una distinción de tres millones de dólares considerada entre las más importantes para la ciencia, junto con el Premio Nobel); Alex Fainstein (de la promoción 1986, que en 2013 recibió el Premio Konex por sus desarrollos de métodos ópticos para detectar moléculas); y Alfredo Caro (de la promoción 1976, que fue profesor y director del IB, además de director del CAB, y que actualmente es investigador en Estados Unidos).
Entre quienes desempeñan funciones más vinculadas a la industria, compartieron sus experiencias en el desarrollo industrial nacional Héctor Otheguy (gerente general de INVAP) y Tulio Calderón (de la promoción 1983, gerente general de la Fábrica Argentina de Aviones –FADEA– desde 2014 y con una amplia trayectoria en INVAP desde que terminó sus estudios de grado).
Otros especialistas, como Alberto Rojo, Miguel Hoyuelos y José Edelstein, dieron charlas de divulgación para la comunidad en Bariloche. Ellos fueron solo algunos de los tantos que, durante esa última semana de festejos en diciembre pasado, se cruzaron continuamente en los distintos edificios del CAB y del IB, entre abrazos, reencuentros y anécdotas.
El paso del tiempo se hacia evidente cada vez que alguien preguntaba por la ubicación de alguna charla o evento y la respuesta era “en la biblioteca”. Entonces empezaban las aclaraciones: si era en la biblioteca vieja nadie tenía dudas, pero si era la nueva podía ser la actual o “la nueva biblioteca vieja”. Es que en estos 60 años el IB no solo creció en cantidad de alumnos y egresados, sino también en lo edilicio. El edificio del reactor de estudios RA6, por ejemplo, duplicó su tamaño.
“Ahora hay una cantidad de edificios que no existía antes del año 2000 y cada uno de ellos alberga un proyecto que estaba paralizado o no existía, de manera que la última parte del desarrollo ha sido muy grande, muy pujante y en la línea de lo que quería (José Antonio) Balseiro: grupos de investigación que al mismo tiempo ejercieran la docencia, al igual que en su época, pero mucho más desarrollado”, comenta Francisco de Haro (91), uno de los primeros docentes del IB, y recuerda que “hubo momentos de euforia y otros en los que prácticamente vegetábamos. Por suerte, se mantenía el espíritu de la gente, de los profesores y de los estudiantes. Balseiro era una persona con un optimismo y una fe en lo que estaba haciendo que eran admirables. Falleció muy joven, en 1962, pero alcanzó a dejar las bases e inyectar su espíritu a todo lo que se estaba haciendo”.
Desde entonces, ya son más de mil los egresados del IB y cada uno de ellos representa una historia en sí misma y una trayectoria diferente, aunque comparten similitudes: la mayoría se perfeccionó en el exterior, muchos volvieron al país, otros tantos regresaron a trabajar al mismo IB y algunos ya no volvieron, pero todos conservan el espíritu de hermandad o de gran familia que les dejó su fundador.
“Hemos tenido la suerte de participar en un momento de la Argentina en que todo se podía hacer y todo estaba por hacerse. Yo trabajé en la industria y con un grupo de egresados formamos una gerencia de I+D en la empresa Aluar. Posteriormente fui director del IB, del ’82 al ’86, ingresé con (Carlos) Castro Madero –presidente de CNEA durante la última dictadura– y seguí con el gobierno de Alfonsín porque los mismos profesores me defendieron, porque yo no era director político sino alguien del grupo que había tomado la responsabilidad de ser director”, recuerda Edgardo Bisogni (84), egresado de la primera promoción del IB, que se autodefine como un hombre de la CNEA, y destaca que durante su gestión quiso promover “el espíritu de confraternidad entre profesores y estudiantes: yo recibía a los alumnos haciendo un chocolate entre todos”.
Los egresados de 2015 tampoco se quedaron afuera de los festejos. El 18 de diciembre, en el salón de actos del IB (adonde originalmente funcionaba la biblioteca “vieja”), se entregaron los títulos a los flamantes egresados. Pero esta vez no fue una entrega más, sino que, como pocas, reunió a los nuevos graduados con los de la primera promoción –de 1958– como una forma de reafirmar ese sentimiento de hermandad y familiaridad que manifiestan quienes pasaron por el Balseiro.
26 ene 2016
Temas: Centro Atómico Bariloche, CNEA, Energía Atómica, Industria Nuclear, Instituto Balseiro