El consejo belga

El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable presentó un programa de desarrollo productivo, bautizado Plan A. La propuesta divide al país en 18 eco-regiones y fue elaborada por el economista belga Gunter Pauli, promotor de la economía azul. Las críticas de los especialistas a una iniciativa que desconoce la planificación previa en el área y es cuestionada por su falta de rigurosidad.

Por Vanina Lombardi  
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Agencia TSS – El Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable presentó su Programa Nacional de Desarrollo Territorial Sustentable, denominado Plan A. El programa comprende un conjunto de diez iniciativas y fue elaborado por Gunter Pauli, un economista belga contratado por la cartera liderada por Sergio Bergman. Según afirman, tiene el potencial de desarrollarse en 18 eco-regiones en las cuales fue dividido al país. “Es un nuevo concepto de federalismo, porque estamos acostumbrados a la división política del mapa, que es la soberanía de los límites provinciales, y a la co-participación de caja. Nuestra concepción con este plan es entender el país como eco-regiones en las que tenemos que estar presentes para agregar valor y generar trabajo y arraigo”, dijo el ministro Bergman, que estuvo acompañado por Pauli durante la presentación de este proyecto, a la que asistió TSS.

La propuesta elaborada por Pauli, autor del libro “La economía azul”, incluye proyectos tan disímiles como atractivos, que si bien han sido implementados en otras partes del mundo y tienen potencial para ser desarrollados en la Argentina, cada uno requeriría un análisis independiente. Algunos postulan innovaciones que se basan en tecnologías tradicionales como el hilado de vicuña, que las comunidades del norte argentino han venido desarrollando no sin dificultades desde hace siglos, y cuyas necesidades han intentado ser resueltas a través de diversos programas durante las últimas décadas. En otros casos, las propuestas requieren grandes inversiones de dinero que el informe no especifica quién las podría afrontar.

Según Pauli, hay que promover una “economía azul que trabaja con lo que está localmente disponible, se enfoca en una demanda local existente y ofrece múltiples beneficios que aumentan el valor agregado”. La propuesta menciona iniciativas que incluyen tecnologías que hoy no existen en el país, como la elaboración de papel piedra a partir de residuos de la minería, o que se han desarrollado pero todavía a nivel experimental, como el caso de las levaduras silvestres en la Patagonia para la producción de cerveza y el desarrollo de algas comestibles en Viedma, que necesitan disponer de recursos suficientes para pasar a escala productiva, así como tiempo para generar las capacidades locales.

Entre los proyectos que detalla el libro también se destacan la producción de biogás a partir de algas marinas, el cultivo de hongos en café, la producción de proteínas a través de larvas de moscas, la reforestación de tierras en Formosa y el uso de Li-Fi, la conexión a Internet a través de luces LED.

Durante la presentación, Bergman hizo referencia a la articulación entre cuatro comunidades: la de los científicos (“entendiendo que todo lo que vamos a presentar tiene rigurosidad académica”, dijo), la de los emprendedores, la de los inversores y la de las políticas públicas. “Es muy importante entender que lo que vamos a presentar viene de la interacción con grupos que tienen el capital disponible para otra manera de hacer negocios, y que esto hará que lo que hoy presentamos tenga posibilidad de ser desarrollado, porque entendemos que lo tienen que desarrollar los privados, ya sea a escala de un emprendedor o de un inversor”, subrayó Bergman, y dijo que “el presidente Macri nos da tres o cuatro indicaciones importantes, entre ellas, que el Estado no se tiene que meter en lo que no tiene que hacer. Hay que disminuir la burocratización y la cantidad de trámites. La función del Estado no es reemplazar al emprendedor ni al empresario, sino hacerles la vida fácil”.

Mapas en los que se describen las zonas de impacto de algunas de las iniciativas del Plan A. En los tres casos se destaca la omisión de las Islas Malvinas. Fuente: Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable.

El milagro de los hongos

“Si uno lee la propuesta en detalle se encuentra con cosas inverosímiles, como que se estiman unos 700.000 puestos de trabajo asociados a la producción de hongos o 150.000 empleos asociados a la producción de larvas de mosca, pero son estimaciones que no se fundamentan en estudios hechos sino en anécdotas y microhistorias que se proyectan y se amplían”, cuestionó el economista Fernando Peirano, profesor e investigador en el Departamento de Economía y Administración de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) y en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA). “La primera reacción al consultar el plan es que parece un ejemplo de cómo no tiene que trabajar el Estado, porque es un esfuerzo desde el Ministerio de Ambiente que desconoce esfuerzos previos en esquemas en los que el mismo ministerio ya participa, como el programa Pampa Azul”, dijo Peirano. Pampa Azul es una iniciativa impulsada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva (MINCYT) que busca promover el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico para fomentar la explotación sustentable de los recursos marinos y de fortalecer el crecimiento de las industrias vinculadas al mar, que ha sido avalado por la Ley 27.167 del año 2015.

“Tratar los temas así, en un país que está tras la búsqueda de inversiones, desalienta cualquier iniciativa pública o privada, porque quien lo hace seriamente y pone números más acotados queda desairado, desautorizado o confundido por estos documentos que son oficiales”, cuestionó Peirano, que fue Subsecretario de Políticas del MINCYT entre 2011 y 2015. Y agregó: “El Estado debe arbitrar y capturar la mayor cantidad de las rentas de los recursos naturales asociados mediante ciencia y tecnología, para darle impulso a la industrialización. Esta es la combinación que hay que buscar, que no se va a dar espontáneamente por los mecanismos de la libre empresa, sino que tiene que ser guiada y orientada por el Estado”.

Según las autoridades del Ministerio de Ambiente, durante el año de trabajo que demandó la elaboración del Plan A comenzaron a buscar aliados de negocios. “Hablamos con los grupos económicos que se verían amenazados por los proyectos. Por ejemplo, para papel piedra hablamos con Ledesma y los papeleros. En vez de confrontar con los lobbies, la idea es plantearles que esto es superador, que el que hace un negocio va a hacer un mejor negocio”, afirmó Bergman. Y consideró que la propuesta presentada es “un ejemplo de política pública, porque no vas a ir en contra de la soja hoy, pero tenés que empezar a planificar cómo salimos de eso, algo que no es posible si al que hoy hace plata con lo que hace no se le genera un escenario superador para que siga haciendo plata”.

«El presidente Macri nos da tres o cuatro indicaciones importantes, entre ellas, que el Estado no se tiene que meter en lo que no tiene que hacer. Hay que disminuir la burocratización y la cantidad de trámites. La función del Estado no es reemplazar al emprendedor ni al empresario, sino hacerles la vida fácil”, dijo Bergman durante la presentación que realizó junto con Pauli.

El ingeniero agrónomo y doctor en Geografía Carlos León, que fue presidente de la Asociación Argentina de Economía Agraria y director general del FONTAR (Fondo Tecnológico Argentino), recuerda que el tipo de ideas como las presentadas en el Plan A parten de la base de que el problema del desarrollo de la Argentina se debe a una falta de identificación de oportunidades, que usualmente provienen de proyectos de mayor agregado de conocimiento, “lo que es un error desde el punto de vista del desarrollo económico, ya que lo que limita el desarrollo es la desigualdad de la distribución en los ingresos y la concentración de los recursos en pocas manos”.

En este sentido, el especialista, que actualmente es integrante de la Comisión de Coordinación de la Cátedra Libre de Estudios Agrarios “Horacio Giberti”, de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), explica que en el país existen alrededor de 80 cadenas productivas con potencial de crecer, que son las que de un modo u otro ya se están desarrollando en los territorios. “¿Cómo hacemos para elevar notoriamente el ingreso en esas cadenas que podríamos llamar tradicionales, como la de la nuez, la del olivo y la de los cítricos, sin necesidad de apelar a cosas sofisticadas o extraordinarias? Cada vez más, la pequeña y mediana producción esta tratando de sobrevivir y ya no está pudiendo. Entonces, se trata de pensar qué políticas públicas pueden mejorar sus ingresos, su productividad por hectárea, su rendimiento y facilitar el desarrollo de nuevos productos”.

“Un minero es como un burro”

“Hay que hacer clústers, agrupar varios sectores adonde el desecho de uno se convierta en el insumo del otro. Creemos que tenemos que ser como la naturaleza: ecosistemas que son resilientes, responsables, flexibles”, agregó Pauli y dio como ejemplo el aprovechamiento de los despercidios en mataderos para la producción de larvas de mosca como proteínas para alimentar granjas y el uso de los desperdicios mineros para elaborar papel piedra. Con respecto a los trabajadores de las minas, hizo una comparación que dejó sin palabras a quienes lo escuchaban: “¿Cómo vamos a cambiar la cultura de un minero? Yo digo siempre que un minero es como un burro: si uno quiere enseñarle a tocar el piano es difícil y, si algún día lo tocara, pues no será muy lindo. Es decir, no vamos a cambiarlo pero sí a motivarlo a ver otras oportunidades”.

Además de las grandes empresas y los grupos inversores, para el economista belga que asesoró al Ministerio de Ambiente, la comunidad de emprendedores es un elemento clave. Al respecto, Pauli destacó que durante sus visitas por las eco-regiones encontró un “extraordinario entusiasmo” entre los argentinos, que “quieren tener algo nuevo, fresco y factible”. Sin embargo, advirtió que el desconocimiento es el mayor desafío a resolver: “La ignorancia es el problema principal, por eso cuando descarguen el libro van a encontrar algo un poco raro, que es que después de cada propuesta he escrito una fábula, porque la fábula es lo que tenemos que contarles a nuestros niños, tenemos que comunicar con la mente de un niño, con la mente de todo el mundo”, adelantó Pauli y agregó que un segundo desafío es contar con una buena clase de emprendedores y que por eso buscan inspirar y generar interés en los jóvenes de entre 15 y 20 años.

Clúster derivado de mataderos con alimentos, que ilustra cómo podrían ser los efectos multiplicadores de la propuesta de aumentar la producción de proteínas con larvas de moscas. Fuente: Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable.

“La concepción del emprendedor que tienen es absolutamente atrasada desde el punto de vista ideológico y teórico. Tienen la concepción de lo que puede pasar en un país muy desarrollado, adonde los niveles de producción son tan altos que para elevarla hace falta crear cosas absolutamente nuevas. La situación acá no tiene nada que ver con eso, sino con tratar de ver qué es lo que tenemos, por qué hay tan baja productividad y tan bajo ingreso de la población que produce”, dijo León, que participó en el desarrollo del clúster de la quinoa en Jujuy, formado a través del Programa de Servicios Agrícolas Provinciales (PROSAP), que implementa proyectos de inversión pública social y ambientalmente sustentables, en busca de propiciar el incremento del valor agregado de las cadenas productivas del sector. Y explicó que, para poder avanzar en este sentido, primero es necesario identificar las cadenas productivas en un determinado territorio y, en base a eso, detectar los espacios en los cuales se puede intervenir para elevar la producción y la productividad.

“Cuando se organiza un clúster territorial en base a una cadena productiva, la parte científica y tecnológica aparece inmediatamente. Desde el PROSAP desarrollamos una cantidad importante de clústers con equipos técnicos que se conformaban en la zona de manera voluntaria, adonde participaba la comunidad, el INTA, las universidades, las delegaciones del INTI y los municipios”, recordó León, y advirtió que es importante tener en cuenta que, en muchos casos, la innovación más necesaria no siempre es de procesos y productos, sino de gestión.

“Un grupo de productores se organizó y sólo por decidir vender en conjunto su producción de quinoa pudieron elevar hasta un 40% el precio”, ejemplificó el especialista, y afirmó que estas cuestiones surgen a partir de planes estratégicos con participación de los actores involucrados. “Quienes viven pobremente y tienen una baja producción no es porque no les da la cabeza, sino porque nadie los ayudó”, agregó León.

1 comentarios en “El consejo belga

  • Lucas

    (07/04/2018 - 10:59)

    Cuál es el paper de la UNSAM?

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