Habitantes del barrio San Antonio, en Córdoba, presentaron un informe socioterritorial sobre los daños a la salud generados por la permanencia de la fábrica de bioetanol Porta Hermanos en la zona. El documento fue elaborado junto con investigadores y especialistas en distintas disciplinas y se esperan respuestas por parte de la Justicia y el Gobierno.
Agencia TSS – Los biocombustibles suelen presentarse como alternativas “verdes” o sustentables que favorecen a una transicion energética, debido a que son derivados de biomasas o residuos orgánicos. Sin embargo, esto no siempre es así ya que el proceso para su obtención puede generar contaminación ambiental y daños en la salud. Prueba de eso es “el calvario” que viven los vecinos y vecinas del barrio San Antonio, en Córdoba, adonde la empresa Porta Hermanos instaló, hace más de 10 años, una planta para la destilación de bioetanol.
“Nuestro barrio siempre estuvo plagado de árboles, siempre fue hermoso, pero cambiaron los árboles por torres, los pájaros por el ruido de válvulas, y nunca nos preguntaron si queríamos eso”, se lamenta Silvia Cruz, vecina de San Antonio que integra el colectivo Vecinos Unidos en Defensa de un Ambiente Seguro (VUDAS), que esta semana presentó un informe socioterritorial de los daños a la salud generados por la permanencia de la fábrica de bioetanol Porta Hnos. Allí recopilan evidencia científica y el trabajo que han desarrollado desde que comenzaron a manifestarse en contra de la empresa, junto con otras organizaciones sociales y asambleas ambientales con las que formaron redes, así como médicos, científicos, especialistas y profesionales de distintas disciplinas.
“Porta se instaló en el barrio en 1995, al lado de mi casa. Las ventanas de mi cocina dan a un alambrado perimetral que la separa de la empresa y todos los días respiramos olores y vapores cargados de químicos, que con el tiempo han ido matando niños y provocando malformaciones, cánceres y daño genético”, afirma Cruz, que también es una de las autoras de este informe.
“Dicen energías limpias pero, en realidad, hace años que se está estudiando y se conoce que tanto la producción como la quema de los biocombustibles es igual de contaminante que el combustible fósil, ya que también libera hidrocarburos, dióxido de carbono y gases de efecto invernadero”, dice la bióloga Virginia Sánchez, una de la autoras de este informe, que fue elaborado por el Colectivo de Epidemiología Comunitaria, conformado en 2020 por especialistas de distintos ámbitos como médicos, biólogos, psicólogos, trabajadores sociales, sociólogas y especialistas en política, en el marco del proyecto de investigación interdisciplinario “Monitoreo participativo comunitario de salud y ambiente en comunidades afectadas por la presencia de una planta productora de bioetanol en la Ciudad de Córdoba, Argentina”.
El análisis de los datos se ha organizado en dos grandes categorías: una referida a los daños provocados al territorio y otra a los que sufren las personas que habitan en el barrio. A nivel metodológico, la publicación comprende un análisis de un monitoreo virtual que se hizo durante la pandemia para relevar la situación de salud y calidad de vida en el barrio.
Al respecto, Sánchez recuerda que, originalmente, el Colectivo de Epidemiología Comunitaria quería hacer un monitoreo comunitario en el barrio. Para ello, pensaban instalar un espacio físico adonde la gente pudiera acudir personalmente, que les permitiera ir relevando diferentes cuestiones que les interesaba detectar, en relación a la salud y la calidad de vida del lugar, pero el surgimiento de la pandemia y las medidas de aislamiento obligatorias les impidieron hacerlo de manera presencial.
“Sin embargo, Porta seguía produciendo, a pesar de que tenía una sentencia federal del juez (Miguel Hugo) Vaca Narvaja. No se les impuso ninguna multa ni medida cautelar ni nada que implicara cesar la producción y proteger la salud de la gente”, cuestiona Sánchez, que se unió a la Asamblea Fuera Porta cuando todavía era estudiante, en 2015, y advierte que entonces decidieron no detener el trabajo e implementar algunas actividades de manera virtual.
El informe incluye, además, una compilación de entrevistas, trabajos territoriales e investigaciones que ya habían hecho en el barrio. Por ejemplo, se destacan los trabajos que hicieron de manera comunitaria con la Red Universitaria de Ambiente y Salud (REDUAS), Profesionales de las cátedras de Alergia e Inmunología y de Clínica Pediátrica de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), mediante los cuales buscaron conocer el deterioro de la salud integral de las vecinas.
Según el primer relevamiento que se hizo en el año 2013, en base a datos recabados a partir de una consulta al 74,2% de las habitantes del barrio San Antonio, más de la mitad de las personas encuestadas manifestaron tener problemas de salud. En detalle: el 43,2% de los vecinos dijo tener dolores de cabeza persistentes, el 34,8% sufría conjuntivitis y congestión ocular, el 33,1% tenía problemas pulmonares; el 26,6%, estomacales, y 18,2% tenía dermatitis por irritación química. Todas esas prevalencias son varias veces superiores a la de las poblaciones sanas. Además, más de la mitad de los vecinos (el 53,6%) declaró que por lo menos tuvo una afección que se agravó luego de que comenzara a funcionar la planta y 7 de las 12 manzanas del barrio tienen al 100% de las casas con por lo menos un habitante afectado. En cuanto al segundo estudio incluido en el informe, realizado en 2016, se confirmó la presencia de dolores de cabeza, cáncer, malformaciones, dermatitis, abortos espontáneos, púrpura y leucemia.
“Investigando, encontramos que no es extraño que estando por debajo de los límites permitidos, la cantidad de compuestos que Porta libera al aire, las 24 horas durante los 365 días del año, se va acumulando en el cuerpo y provoca lo que se llama Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple, qué significa que el cuerpo está expuesto a muchos contaminantes tóxicos en bajas concentraciones de manera constante, que le generan diferentes enfermedades”, explica Sánchez, y advierte que algunos de los compuestos detectados en el aire no tienen límites establecidos por la regulación.
Estas afecciones se vinculan con datos obtenidos en relevamientos de la calidad del aire, que también están detallados en el informe, según los cuales se ha demostrado que existía localmente una alta concentración atmosférica de micropartículas que superaban las directrices sugeridas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se confirmó que las vecinas y vecinos no solo respiraban fenoles y alcoholes, sino también presencia en el aire de Compuestos Orgánicos Volátiles (COVs) e hidrocarburos clorados como metolachlor (agrotóxico), cetonas, xileno y tolueno.
Además, estudios realizados por estudiantes de la carrera de Biología confirman lo que consta en las auditorías ambientales presentadas a la Secretaría de Ambiente por parte de Porta Hnos. (realizadas por el Centro de Investigación en Química Aplicada de la Universidad Tecnológica Nacional), sobre la producción y posibles emanaciones de la fábrica, entre las que figuran: acetato de vinilo, benceno, ciclohexano, cloro benceno, fenol, formaldehído, naftaleno, sulfuro de carbono, tolueno y xileno.
“Es como un gran laboratorio en el que somos el propio dato de la observación. Fuimos los que estábamos en el campo y observamos, sentimos y padecimos en la piel, en los pulmones, en el día a día, en nuestros sueños, en no poder respirar, en verlo en los niños y en los ancianos, en las muertes, las malformaciones y en el padecimiento de las madres perdiendo a sus hijos”, cuestiona Cruz, y destaca el trabajo posterior conjunto con “esa parte de la academia que se compromete por la vida: este libro es una amalgama entre esa academia que lucha y trabaja en el territorio por la vida, que es un gran orgullo, y nosotros los vecinos, que también somos parte de la ciencia, de la ciencia ciudadana, la que aporta los datos, la que está ahí, la que padece en el territorio, la que es sacrificada”.
Antes y después
El informe también da cuenta de un trabajo mediante el cual se detectaron daños genéticos y otros que analizan el impacto de este tipo de situaciones en la salud mental comunitaria. Asimismo, repasa la historia del barrio, adonde se marca un antes y un después del 2012, año en que Porta comenzó a destilar bioetanol. Hasta entonces, era una fraccionadora de alcoholes derivados de la caña de azúcar, pero desde ese año comenzó a llevar camiones de maiz que procesa en el lugar. Tal como se lee en el informe, entre los cambios materiales en el espacio generados por la destilación de etanol en el barrio, la auditoría ambiental encargada por la empresa en el año 2012 reconocía que se procesaban en forma diaria unas 250 toneladas de maíz en promedio, lo que implica una gran afluencia de camiones. Por ejemplo, en 2018 llegaban al barrio entre 15 y 20 camiones con maíz transgénico sin procesar, a diario.
A partir del año 2012, tras la incorporación de etanol a base de maíz en la producción de agrobiocombustibles (antes se producía a base de caña de azúcar), la provincia de Córdoba se consolidó como la principal elaboradora que utilizara esta materia prima, abarcando el 40% de la producción nacional. En este contexto, la provincia pasó de tener una superficie sembrada de 900.000 hectáreas de maíz transgénico en el año 2001, a casi dos millones de hectáreas en el año 2014. Continuando con esta política, en junio de 2022, el gobernador de esa provincia, Juan Schiaretti, anunció que se construirán 20 nuevas plantas para la producción de biodiésel en el territorio provincial, que será desarrollado por empresas cordobesas.
“El biocombustible se presenta como una solución, una energía renovable, limpia, maravillosa y alternativa, pero nosotras cuestionamos eso y decimos que es sostenible, sustentable y renovable hasta cierto punto, porque estamos usando maíz transgénico, que implica desmontes, el uso de agrotóxico y el desplazamiento de comunidades”, subraya Sánchez, que es becaria doctoral del CONICET en la Facultad de Ciencias Químicas UNC, adonde estudia de impacto ambiental de biocombustibles y su producción a partir de algas, en busca de otra biomasa posible que no precise del uso de agrotóxicos ni del desmonte, ya que las algas crecen en el agua.
“Quise hacer mi doctorado sobre el estudio de caso de San Antonio pero no encontré adonde ni con quién. Es muy difícil hablar de Porta en la academia y traer algo nuevo, que sea distinto, porque uno generalmente se incorpora a un equipo de investigación que ya existe”, lamenta Sánchez, aunque destaca que, de todos modos, la información que está generando en su doctorado se suma al estudio del impacto de los biocombustibles.
El informe fue presentado el lunes pasado en el Museo de Antropología, en Córdoba capital, junto al cómic denominado “Un monstruo en mi barrio, 10 años de lucha por la justicia ambiental”, elaborado durante la pandemia con el aporte de especialistas en comunicación y diseñadores gráficos, entre otros, para que las historia contadas en el barrio también quedaran registradas de un modo que pudiera llegar a los colegios.
“Cada historia representa mucho tiempo y muchos años haciendo lo que esas historietas van contando. Tanto eso como el informe socioterritorial nos están hablando de muchos sentires, de qué sienten esas personas, cómo duermen, cómo viven, qué pasó con sus proyectos de vida, que pasó con las casas que armaron”, reflexiona Cruz. “San Antonio era bellísimo pero la empresa se llevó los árboles y los pájaros. Ahora tenemos alarmas, ruidos de motores, válvulas que se abren, calderas que gritan, camiones que van y vienen, muchos olores, ruidos, el temor a enfermarte y el miedo, cada vez que escuchás una sirena, a que explote la planta o que se incendie”, concluye.
06 abr 2023
Temas: Bioetanol. Ambiente, Contaminación, Córdoba, REDUAS