Para Rainer Sandau, director de Satélites y Aplicaciones Espaciales de la Academia Internacional de Astronáutica, el desarrollo de pequeños satélites abre nuevas posibilidades para los países que buscan iniciar o expandir su desarrollo espacial.
Agencia TSS – El físico e ingeniero Rainer Sandau, director de Satélites y Aplicaciones Espaciales de la Academia Internacional de Astronáutica (IAA), visitó la Argentina para participar del Primer Simposio Latinoamericano sobre Pequeños Satélites del IAA: Tecnologías Avanzadas y Sistemas Distribuidos, organizado por el Instituto Colomb de la UNSAM y la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), que se realizó en el Centro Cultural de la Ciencia (C3).
Durante el encuentro, el especialista –que fue director del Instituto de Investigación Espacial en Berlín (Alemania), tuvo a cargo el diseño de instrumental para misiones espaciales a Venus y Marte y fue autor de varios libros sobre desarrollo de pequeños satélites– habló sobre el potencial de los satélites de menor tamaño, el impacto que pueden tener en diversos campos de aplicación y, en particular, sobre la oportunidad que tienen aquellos países que recién están ingresando a la actividad espacial o tienen algún tipo de experiencia en él y desean expandirla.
“Estoy convencido de que el espacio es un activo que vamos a usar cada vez más y considero que debe ser usado por todas las naciones, no solo por las grandes potencias”, sostuvo durante la entrevista.
¿A qué obedece el crecimiento del segmento de satélites de menor tamaño?
Una de las razones es presupuestaria. La otra es que la tecnología permite hacer cosas con satélites pequeños que antes podían lograrse solamente con grandes artefactos. La microelectrónica, la micromecánica, la navegación, la óptica, el software y las telecomunicaciones llegaron a tal nivel de avance que resulta posible contar con sistemas complejos dentro de pequeñas cajas. Para la IAA es muy importante que aquellos países que necesitan o quieren subirse al desarrollo espacial puedan tener sus propias industrias y universidades vinculadas a estos temas, y la estrategia de pequeños satélites es útil para esto.

¿Qué relevancia tiene la participación en misiones espaciales para los países pequeños o en desarrollo?
Para los países en desarrollo, la actividad espacial es una oportunidad para incrementar su conocimiento y experiencia. Para ingresar en este sector hay que desarrollar infraestructura con tecnología avanzada, contar con egresados que se formen en las universidades con conocimientos actualizados y trabajar en cuestiones vinculadas con la interpretación de los datos del espacio para volverlos útiles. Obviamente, también se necesita infraestructura para testear y desarrollar los satélites. Uno podría preguntarse por qué un país pequeño debería emprender actividades espaciales y la respuesta es que desde allí se puede tener una visión global, hacer investigación de avanzada y responder a preguntas que solo pueden ser resueltas con información recolectada en el espacio.
¿Es suficiente con pequeños satélites o también se necesitan los más grandes?
También se necesitan los grandes, para meteorología, por ejemplo, o para medir cuestiones atmosféricas complejas, pero se pueden separar las mediciones complejas en diferentes partes e instrumentos. Si esto es posible, no es necesario un satélite grande. Se pueden hacer muchas cosas con pequeños satélites para evitar la complejidad de los grandes, que siempre implica largos tiempos de desarrollo e implementación.

¿Podría mencionar ejemplos sobre cómo el desarrollo de pequeños satélites propios podría ayudar a mejorar problemáticas sociales y territoriales?
En el caso de la Argentina, sé que tienen grandes problemas con incendios en zonas donde hay mucho ganado y deben destinar una gran cantidad de dinero todos los años para resolver ese problema. Esa es una buena razón para mirar desde el espacio, para identificar, por ejemplo, dónde puede haber un incendio y diseñar las mejores estrategias para combatir el fuego o para disminuir el problema. Se trata de una cuestión económica real que debe ser analizada en conjunto con áreas científicas porque, por supuesto, hay otros problemas urgentes para la población y se debe analizar cuáles son las prioridades.
¿Es deseable que los países desarrollen sus propios equipos o con solo tener una buena red de proveedores es suficiente?
Es una buena pregunta. Creo que hay muy buenas razones para hacer desarrollo. Hablemos de aviones, por ejemplo. Hay muchos países que quieren tener sus propios aviones y los están desarrollando. Lo mismo ocurre con los autos: se pueden comprar en otro lugar, pero, si se llega a un punto en el que se considera que eso no es bueno para el país, es válido fabricarlos. El otro punto es que, con pequeños satélites y con un pequeño presupuesto, un país tiene la oportunidad de desarrollar tecnología de manera independiente, pero eso dependerá de cada país y de los lentes con los que se evalúe el proyecto.

Además, porque el área espacial suele ser sensible para un país, ¿no?
Desde mi punto de vista, los gobiernos tiene que cuidar el bienestar de su población. Tendremos cada vez más producción a cargo de robots y, por eso, ya no se necesitará mucha gente en las fábricas. Pero la gente quiere y necesita hacer algo, por eso es necesario encontrar áreas para desarrollar y una de ellas es el espacio. Por ejemplo, se necesita gente y herramientas para interpretar los datos satelitales, y toda la cadena, hasta la última persona que participa en ella, tiene algo útil que hacer. Entonces, los gobiernos también tienen la obligación de encontrar áreas de servicios que tengan sentido para las necesidades específicas de cada país.
La Argentina tiene una trayectoria de varias décadas en el área espacial. ¿Qué opina sobre el desarrollo local de este sector?
La Argentina tiene presencia en el área espacial. Hasta ahora han usado satélites más grandes y eso es bueno. Pero, en el medio, tienen la posibilidad de hacer muchas cosas con satélites más pequeños, de manera más rápida y económica, e incluso desde el ámbito universitario. Un buen ejemplo para entender lo que quiero decir es que Europa desarrolló un satélite de 18 toneladas, tardó 15 años para su desarrollo y le costó miles de millones de dólares, pero la tecnología a la hora del lanzamiento era de 15 años antes. Si se consideran los avances tecnológicos de esos años, a la hora del lanzamiento ya había tecnología mejor, más pequeña y eficiente. Ese es el precio de la complejidad. Otro punto es que, si se va a invertir en algo tan caro, hay que asegurarse de que realmente funcione y eso no es fácil. Se necesitan muchos ensayos de instrumentos, porque cada elemento es clave y eso tiene un costo. En cambio, si hay un instrumento por plataforma, es más fácil porque, si bien las pruebas son necesarias, se pueden reducir costos en pruebas y documentación.
18 may 2017
Temas: Arquitectura segmentada, CONAE, IAA, Ingeniería espacial, Instituto Colomb, Satélites, Satélites pequeños, UNSAM