Muchos investigadores enfrentan hoy este dilema. Depende del área de trabajo, la región geográfica y el distinto valor que le otorga el sistema evaluador a una patente y a un paper. En esta nota, el caso de la UNNOBA en biotecnología.
Agencia TSS – Suena imponente, como un mandato conciso y letal. Publicar o perecer. Publish or perish. En el ámbito académico, esta conocida frase retumba en las mentes de los investigadores de manera insistente. Esforzarse por publicar los resultados en las revistas científicas internacionalmente más reconocidas es la forma de obtener mayor puntaje al momento de ser evaluados. Pero el dilema no se termina en el paper. Una segunda alternativa aparece en escena, apremiante: ¿publicar o patentar?
Adriana Andrés es directora de la Escuela de Ciencias Agrarias, Naturales y Ambientales (ECANA) de la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (UNNOBA). Consultada por TSS, la ingeniera agrónoma explica por qué en la ECANA la balanza se inclina más hacia la patente que hacia el paper. “Tiene que ver con el campo de investigación en el que estás trabajando, hay áreas que no son apropiables, como la conservación del suelo. Nuestras líneas de investigación están referidas a la genética vegetal, entonces son proyectos que terminan con la obtención de un producto patentable o registrable”, sostiene.
Por su parte, Jerónimo Ainchil, secretario de Investigación, Desarrollo y Transferencia de la UNNOBA, señala: “La calidad de la producción puede estar dada por una buena publicación o por una buena patente. Nosotros alentamos cualquiera de las dos formas. Pero en la UNNOBA hay un fuerte compromiso con el agregado de valor y la mejora de calidad entendida en términos más aplicados”. Esto se debe en gran parte a que la universidad tiene sus sedes principales en Pergamino y Junín, zona núcleo de la producción agrícola. Por eso, la investigación pone énfasis en tres áreas estratégicas: alimentos, genética y agronomía.
Otros factores que pueden influir en la decisión de patentar son el costo y los tiempos que demora el trámite. “En el área que trabajamos nosotros, mejoramiento vegetal, no es costoso patentar. Y si bien obtener un cultivar lleva de10 a 15 años, desde que comenzás a investigar hasta que llegás a un producto registrable, el proceso de patentamiento en Argentina no suele llevar más de dos años”, cuenta la agrónoma.
En tanto, Ainchil agrega que la semilla mejorada es un paquete tecnológico “de transferencia inmediata. Una vez que los investigadores obtienen la semilla con las condiciones que están buscando, la multiplicación y la comercialización se hace a través de las empresas semilleras, por lo que se puede obtener un convenio de explotación de ese producto en muy poco tiempo con las empresas de la región”.
Las líneas de investigación del equipo están orientadas al mejoramiento genético de especies forrajeras para ambientes marginales. “Ha habido un corrimiento de la frontera ganadera por la expansión de la agrícola, lo que hizo que los campos destinados a ganadería hayan tenido que ir a regiones con suelos menos propicios y adversidades climáticas muy importantes. Entonces, se necesitan especies forrajeras para alimentar al ganado que resistan condiciones de estrés abiótico como sequía, salinidad o inundaciones”, precisa Andrés.
Finalmente, otro factor decisivo tiene que ver con el valor que le otorga el sistema de evaluación de la carrera de investigador a una patente y a un paper en una revista renombrada. “Hay una fuerte tradición de que un paper en una revista indexada tiene más puntaje que la obtención de un cultivar. Creo que, tanto en Argentina como a nivel mundial, eso lentamente está evolucionando y se está considerando que tiene tanta validez la publicación de un paper como el desarrollo de un producto. Pero todavía estamos en ese camino”, concluye la ingeniera agrónoma.
11 dic 2013
Temas: Biotecnología, Ciencias agrarias, Papers, Patentes, UNNOBA