En el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la UNSAM se discutieron los beneficios y debilidades del patentamiento y algunas estrategias alternativas de protección de la propiedad intelectual.
El director general de la Fundación Innovación y Tecnología de la UNSAM, Fernando Rassiga, presentó un estudio sobre la importancia de patentar invenciones propias en las instituciones públicas donde se realizan actividades de investigación y desarrollo, así como sobre los métodos existentes para conocer el valor de una patente a la hora de negociar regalías con empresas que puedan explotar esa patente.
En los claustros académicos se suelen obtener resultados de las actividades de investigación que podrían tener valor económico. En general, el actor económico que puede impulsar los últimos eslabones del proceso que va del resultado de laboratorio al producto comercializable es el sector de empresas privadas. Por otro lado, es importante que se pueda proteger la propiedad intelectual de los resultados que están en la base del producto para lograr un rédito económico que ayude a solventarlas y que, además, se convierta en un incentivo para que los científicos se vuelquen a investigaciones orientada a su aplicación en la resolución de problemas o en productos comercializables. “El Conicet hace poco empezó a desarrollar la carrera del tecnólogo donde evalúa desarrollos y transferencias tecnológicas. Es un avance y va a tener un impacto sobre la cantidad de patentes”, sostuvo el ingeniero Fernando Rassiga.
Uno de los temas que se debatió durante la presentación –que tuvo lugar en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la UNSAM– fue el valor de la patente, es decir, las regalías que se estima que podrían cobrarse a partir de ella como contrapunto al costo que insume el trámite de patentamiento. “Hoy se patentan muchas cosas sin considerar el valor comercial que puedan tener, pero esto es posible porque el costo del patentamiento esta subsidiado”, argumentó Rassiga. Y agrega: “El problema es que el valor económico de una patente es difícil de determinar. Hay institutos que consideran que si el invento es patentable, es decir, cumple con las condiciones de novedad, altura inventiva y aplicación industrial, hay que patentarlo, porque comercialmente podría tener valor. Es un criterio discutible pero válido. Habría que medir en el tiempo a ver si les funciona o no”.
También expuso el especialista que el problema principal que se encuentra hoy en día para articular el campo científico con el de producción industrial, no es solamente la poca cantidad de patentes que se registran al comparar con países desarrollados, sino también la baja explotación que hay de las patentes registradas. “Lo que está fallando es el proceso de transferencia”, explica Rassiga, “hay que dar a conocer la patente, buscar la industria que pueda usarla, ver a quién le podría servir y que desconoce que existe esa patente”.
Asimismo, consideró que “no es el investigador el que debe ponerse a ver si su invención tiene potencialidad económica, sino la oficina de transferencia” y que es necesario también conocer las opciones que existen para proteger la propiedad intelectual y conseguir la aplicación de la invención, sin incurrir en los gastos y riesgos que lleva el patentamiento. “No siempre es conveniente patentar, muchas veces es mejor mantener el secreto industrial, porque la vida comercial de ese producto es muy baja respecto al tiempo de la concesión de la patente. Además, si el que patenta no puede monitorear infracciones no puede proteger su propiedad”, concluye.
29 sep 2014
Temas: Patente, Propiedad Intelectual, Regalías, UNSAM