En una conferencia realizada en la Universidad Nacional de San Martín, el especialista en eficiencia energética Salvador Gil aseguró que “hay que explorar cómo podemos crecer sin aumentar la demanda de energía”.
Agencia TSS – Dicen que el mundo se mueve por dinero. Pero más allá de la veracidad de esta afirmación, hay una verdad empírica: el mundo se mueve gracias a la energía. Desde el ser vivo más pequeño hasta la fábrica más grande necesitan fuentes de energía para funcionar. Un ser humano adulto, por ejemplo, consume aproximadamente 2.500 calorías por día, lo que en términos energéticos se traduce en unos 130 vatios. De esos, el hombre utiliza o irradia alrededor de 100 vatios diarios, con lo cual resulta que 10 personas terminan brindando el mismo calor que una estufa de cuarzo de un kilovatio.
De esta reflexión, además de comprender por qué en el subte siempre hace tanto calor a las seis de la tarde, se desprende una certeza: necesitamos y gastamos energía para cada actividad de nuestra vida; y también algunas preguntas: ¿Tenemos en el mundo, y particularmente en la Argentina, los recursos suficientes para cubrir las necesidades energéticas? ¿Sabemos utilizarlos de manera eficiente? ¿Hay políticas públicas que incentiven el ahorro energético en la población?
Estas fueron algunas de las cuestiones abordadas por Salvador Gil, en una charla titulada “Eficiencia energética, una alternativa hacia el autoabastecimiento”, realizada en la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Durante el encuentro, este doctor en física que es director de la carrera de Ingeniería en Energía de la UNSAM explicó que, por un lado, cerca de 1.300 millones de personas en el mundo (el 18 por ciento de la población) aún no tiene acceso a la electricidad; mientras que, por el otro, hubo un aumento exponencial del uso de la energía en los últimos 200 años, como consecuencia de la explotación de fuentes de energía como el petróleo y el gas, que han posibilitado el crecimiento de la economía mundial, pero que también generan consecuencias negativas como el aumento de la temperatura global, a raíz del efecto invernadero.
Según el experto, hacer un cambio en la matriz energética es necesario pero no sencillo. “Los sistemas energéticos están todos acoplados, por lo que no es posible hacer un cambio en la matriz sin hacer un cambio en todo el sistema. Por ejemplo, si decido cambiar mi auto a nafta por otro que utilice hidrógeno, no tendría donde cargarlo. Tendríamos que hacer todo el sistema de nuevo, desde la generación, hasta el sistema de transporte y distribución. Por lo que las transiciones energéticas son posibles pero son lentas”, indicó.
En el caso de la Argentina, Gil contó: “la mayoría de la electricidad que usamos en la Argentina proviene del gas. El gran problema que tenemos es que la producción de gas comenzó a decaer a partir de 2001, mientras que el consumo siguió subiendo. Entonces, antes éramos un país exportador de energía y ahora somos importadores”. Sin embargo, si bien la demanda de energía suele acompañar al crecimiento económico, el investigador aseguró: “Es posible un crecimiento sostenido sin un crecimiento fuerte del uso de la energía. Lo que hay que explorar es cómo podemos crecer sin aumentar la demanda de energía”.
Una cuestión fundamental para lograr la eficiencia energética es que esté subsidiada a través de políticas públicas. Pero el experto recalca que los subsidios que implementan tanto la Argentina como muchos países del mundo van dirigidos al consumo de energía y no al ahorro energético. “Uno de los efectos más dañinos es contar con una tarifa subsidiada. En todo caso, hay que subsidiar puntualmente a quienes lo necesiten, pero no a todos porque esto tiene varios problemas. Desde el lado de la demanda, no estimula ningún tipo de ahorro, porque, ¿para qué voy a ahorrar si la energía es barata? Desde el punto de vista de la oferta, ¿quién va a querer producir en la Argentina con tarifas tan bajas? Gran parte de la caída de la producción no se debe a la falta de recursos, sino a la inversión que se fue”, sostuvo.
Ante esta situación, más allá de la necesidad de políticas públicas que incentiven el ahorro energético, Gil realizó algunas propuestas tendientes a maximizar el uso de la energía en el hogar. Por ejemplo, dejar de utilizar el modo piloto del calefón, ya que esto utiliza el 25 por ciento del consumo básico de gas por día en una casa, que equivale a 0,5 metros cúbicos. Si se multiplica este número por la cantidad de usuarios en la Argentina (11 millones), se desprende que por día los pilotos consumen unos 5,5 millones de metros cúbicos por día. “Si a esto lo usáramos para producir energía eléctrica, sería más energía que la que producen las centrales de Atucha y Embalse combinadas. En otras palabras, esta cantidad de energía es más o menos la mitad de la que importamos de Bolivia, unos 1.200 millones de dólares por año”, concluyó el especialista.
14 may 2015
Temas: Electricidad, Energía, Gas, Matriz energética, UNSAM