El psicoanalista suizo François Ansermet y el biotecnólogo Adrián Mutto debatieron en la UNSAM sobre las implicancias y desafíos de la procreación frente al surgimiento de tecnologías que permiten intervenir cada vez más sobre la genética humana.
Agencia TSS – En el marco de la presentación de su libro La fabricación de los hijos. Un vértigo tecnológico, editado por UNSAM Edita y Pasaje 865, el psicoanalista suizo François Ansermet, especialista en biotecnología y procreación asistida, estuvo en la UNSAM a principios de diciembre para participar de un diálogo público con Adrián Mutto, director del Laboratorio de Biotecnologías Aplicadas a la Reproducción y Mejoramiento Genético Animal del Instituto de Investigaciones Biotecnológicas (IIB) de la UNSAM.
Ansermet, que es profesor de Psiquiatría Infantil en la Universidad de Ginebra, en Suiza, donde también es director del Departamento Universitario de Psiquiatría, ofreció también una conferencia en el Centro Cultural de la Ciencia (C3) sobre las implicancias de la procreación en la era de las biotecnologías.
En la conversación que mantuvieron en el Aula Tanque del campus Miguelete, de la que se reproduce una parte en esta nota, se abordó la problemática de la medicalización de la procreación, las ideas de “naturaleza” y “fabricación”, y los límites en la manipulación genética: ¿Debe haberlos? ¿Cómo establecerlos? ¿Qué desafíos éticos plantean los avances en edición génica prenatal y la factibilidad técnica de la clonación humana?
Con la evolución de herramientas que permiten la edición de genes como CRISPR podemos intervenir cada vez más en algo que décadas atrás era una suerte de caja negra: el genoma humano. A medida que aumenta nuestro entendimiento y tenemos el poder de hacer cambios en ese patrón genético individual, que podemos “apagar y prender genes”, las posibilidades se abren a intervenciones cada vez mayores. ¿Cómo establecer límites en esa manipulación?
Ansermet: Es una pregunta central. Producto de los avances en biotecnología, el mundo se está transformando a una velocidad mayor que nuestra capacidad para pensarlo. Tenemos menos capacidad para representarlo y surgen construcciones imaginarias que terminan por invadir nuestra psiquis y nos impiden tener un verdadero diálogo sobre estas cuestiones. Avances como la clonación o la posibilidad de editar un embrión son cuestiones que implican un verdadero vértigo, como lo digo en mi libro, es algo que nos da miedo pero a la vez nos atrae, que excita nuestra imaginación, que produce angustia por un lado y fascinación por el otro. Esto genera dos bandos: los biocatastrofistas, que consideran que cualquier tipo de manipulación de genes es algo terrible para nuestro mundo, y los tecnoprofetas, que vaticinan un mundo mejor gracias a la implementación de cualquier tecnología nueva. Necesitamos que, más allá de los comités de ética, los ciudadanos tomen conciencia de esta polarización en la que estamos sumidos para evitar estos dos escenarios extremos en la discusión sobre las biotecnologías.
Mutto: Los límites no son fijos, los fija una sociedad a medida que evoluciona como tal. Sin dudas, lo que hacemos en el laboratorio va mucho más rápido que los debates públicos al respecto. El vértigo frente a las biotecnologías es porque la sociedad necesita tiempo para estos cambios. Recuerdo el primer animal clonado que tuvimos aquí en la UNSAM, en el año 2005, que implicó que saliéramos en la tapa de un diario. Ahora ya casi no nos asombra que nazcan animales clonados. Eso significa que la sociedad va cambiando y creo que es la misma sociedad la que va poniendo límites. Las herramientas de edición genómica empezaron a usarse en 2014 y CRISPR es una más de esas herramientas para quienes, como es mi caso, nos dedicamos a la reproducción animal. Las técnicas de tijeras biológicas, como también se le dice a CRISPR, se aplican prácticamente en todos los modelos de estudios de animales y permiten que, por ejemplo, puedan nacer vacas con un gen editado por CRISPR que permite que su leche no tenga un alérgeno para el ser humano. Si vamos a las aplicaciones terapéuticas, hay líneas divisorias que son muy delgadas. Si yo uso una técnica de edición para corregir en un embrión la mutación de una enfermedad como fibrosis quística y ese bebé nace sin esa mutación, yo le preguntaría a François: ¿Cuál es la línea divisoria entre edición terapéutica y mejoramiento genético?
Ansermet: Los elementos de respuesta tenemos que construirlos juntos, yo no tengo en mi cabeza una respuesta. Tenemos que pensar dónde se sitúa esta línea divisoria entre lo que deseamos y lo posible. Hay cosas que son posibles pero no sabemos si son deseables. Hoy en día, aceptamos el sacrificio de un embrión por motivos terapéuticos. Pero, ¿cómo decide una sociedad qué es sacrificable y qué no? Se inventa un nuevo mundo a través de las biotecnologías pero hay que seguir inventándolo. A veces, un límite esconde una falta de límite en otro registro más profundo. Necesitaríamos, por ejemplo, un debate sobre la transmisión intergeneracional de las modificaciones genéticas. No sabemos, de aquí a una generación, qué puede ocurrir. Hay cosas que todavía no conocemos y cosas que tal vez nunca podamos conocer. Esto también debe formar parte del debate.
Si bien clonar animales parece haberse convertido en una práctica socialmente aceptada, antes de comenzar esta charla, Mutto dijo: “Sería hipócrita si dijera que no me consultaron para clonar humanos”. Ansermet, en su libro, se refiere a cierta idea de perpetuación que sobrevuela el imaginario de la clonación, a la vez que destaca el componente no sexual de este tipo de reproducción. ¿A qué nos enfrenta la posibilidad técnica de la clonación humana?
Ansermet: Yo me hago la pregunta sobre si hoy en día no estamos frente a la desaparición de la sexualidad, ya que podemos hacer procreaciones asistidas por la medicina sin tener relaciones sexuales. ¿Qué sentido pasa a tener la reproducción sexual? Sin embargo, en algún punto, las procreaciones asistidas siguen teniendo características de la reproducción sexual: está presente el azar, la posiblidad de algo nuevo, de algo inédito. ¿Existe lo mismo en la reproducción por clonación? ¿Sigue habiendo esta posibilidad? ¿Cuál es el estatus del azar, de la diversidad, de la recomposición de los genomas en la reproducción por clonación? Si la fórmula estructural de la reproducción tradicional proviene de dos, ¿qué sucede con la clonación al provenir de uno? ¿Qué cambia esta nueva ecuación? Una tercera cuestión: no porque uno sale de uno significa que ese uno es igual al original. Ese imaginario de que se podría reproducir lo mismo, ese fantasma de la eternidad, es complentamente absurdo. Un François clonado no será François desde el punto de vista epigenético, no tendrá mi historia ni mi psiquis. No será el mismo que yo.
Mutto: A lo largo de 15 años no fue una sorpresa que varias veces me ofrecieran o me pidieran clonar seres humanos, no fue una sola vez. Pero ese mezclar, volver a barajar y dar no existe en la clonación. Por reproducción sexual, o de manera asistida, se genera un embrión por la mezcla de dos genomas, de dos linajes genéticos. En la clonación, en cambio, generamos un individuo a partir de un solo linaje genético preexistente. Con sus marcas epigenéticas ya predeterminadas, es decir, que van variando a lo largo de toda la vida. Estas marcas epigenéticas, sobre las que todavía sabemos muy poco, varían a lo largo de la vida y modifican el organismo dependiendo de un montón de factores ambientales, como nutrición, clima y comportamiento. Con la clonación no hay ningún mejoramiento genético, es una fotocopiadora. Pongo el modelo, aprieto 100 y salen 100 de lo mismo. Y por este mismo motivo es por lo que se usa en la industria equina, por ejemplo. En la Argentina hay más de 250 caballos de polo clonados, lo que permite multiplicar las fábricas de hacer descendencia, hay un sentido comercial para la propia industria equina. En los humanos, en cambio, todavía no le encuentro una justificación. En los casos por los que me han consultado ha sido, por ejemplo, por pérdida de hijos, por un profundo dolor y esas ansias de tenerlo otra vez. También casos de gente que quiere perpetuar su linaje de sangre, algo que tiene un sentido absolutamente narcisista pero existe. La verdad es que técnicamente es algo posible, ya tenemos monos clonados y no distamos mucho de ellos. Estamos cerca, pero es mi opinión particular a partir de mi experiencia de 15 años en clonación. No es el cuco, no es el monstruo, pero eso no significa que haya un consenso sobre la clonación reproductiva, creo que estamos muy lejos de eso todavía.
Ansermet: El deseo de la clonación tiene que analizarse, estudiarse y ponerse en perspectiva la idea de la clonación, las ideas que van por detrás. La clonación no es obtener un uno idéntico, nunca podremos reproducir un ser humano totalmente idéntico a otro. Esa idea de autoengendrarse, de escapar de la muerte, es una quimera. Si entendemos eso se desvanecen muchos de los deseos alrededor de la clonación. A partir del momento en que analizamos el deseo de la clonación y vemos todo el aspecto de fantasía que entra en juego vemos que no es tanto un interés por la clonación en sí, sino por las fantasías que desencadena.
Mutto: Creo que habrá casos que van a escapar de la fantasía. Hay otro aspecto que es una barrera y que tiene que ver con uno de los principales problemas que tiene la clonación, que es la eficiencia y la seguridad de la técnica. La clonación tiene graves problemas, a veces, en la reprogramación de ese núcleo somático, de una célula de la piel o de células madre. Todo lo que hacemos en el laboratorio es una mera imitación de lo que ocurre en la naturaleza. Y como es una imitación, tiene sus falencias, como los problemas que surgen en los nacimientos de embriones clonados. Eso va a ser una barrera fuerte para la clonación reproductiva humana. Imitamos a la naturaleza y, por lo tanto, reproducimos su funcionamiento. Pero que funcione no quiere decir que sea perfecto, entonces los embriones pueden tener una trisomía u otras enfermedades.
Uno de los ejes del libro de Ansermet gira sobre los riesgos de la intención predictiva en la procreación asistida, como cuando se hace un test genético preimplantacional que puede derivar en el descarte de un embrión. ¿Qué desafíos éticos plantea el uso de estas técnicas y su masificación? ¿Qué tanto nos acercamos a lo que el autor define como una “tentación eugénica”?
Mutto: En la Argentina, las clínicas de reproducción asistida para humanos practican diagnóstico preimplantatorio a diario, mediante el cual se le saca una célula a un embrión y se suelen mandar a analizar una batería de 60 a 65 enfermedades con una sola célula. Cualquier padre o madre quiere tener un hijo sano. El problema yo lo veo con los embriones que no se transfieren, porque ahí hay un vacío legal absoluto. Hay embriones de 1984 todavía congelados en un termo de nitrógeno. ¿Qué hacemos con esos embriones? Además de congelar un embrión estamos congelando el tiempo. ¿Qué vamos a hacer con los cientos de miles de embriones que están congelados en el mundo?
Ansermet: Para mí, el mayor desafío de las procreaciones asistidas por la medicina es cómo manejar ese vínculo entre la procreación y la predicción. Cuanto más procreación asistida hacemos, más estamos tentamos de sumarle tests predictivos. Cuando estamos en situaciones genéticas con riesgo se entiende, pero si lo empezamos a hacer de forma generalizada en toda la población entramos en una relación conflictiva entre procreación y predicción. Si pensamos ese vínculo, estamos introduciendo un saber en la reproducción y podemos poner en peligro el sistema de salud o caer en una discriminación, en una segregación. La predicción tiene consecuencias, implicancias. Sin llegar a hablar de procesos eugénicos, tenemos un problema a futuro. El riesgo es que, a futuro, no se puedan aceptar las diferencias, que se genere un vínculo procreación-proscripción.
26 dic 2019
Temas: Bioética, Clonación, CRISPR, Ética, Genética, Genoma, Psicoanálisis, Reproducción