El físico y principal impulsor del Observatorio Pierre Auger habló con TSS sobre la renovación del financiamiento para la investigación en rayos cósmicos por una década, acerca de los beneficios de sostener la investigación de frontera en la Argentina y sobre los objetivos que se plantean para esta nueva etapa.
Agencia TSS – El Observatorio Pierre Auger cumplió 25 años ininterrumpidos de actividad y financiamiento internacional para estudiar los rayos cósmicos, partículas que llegan hasta la Tierra desde el espacio exterior con energías muy altas. Se trata de un proyecto de investigación que ocupa una superficie de 3000 kilómetros cuadrados de distintos tipos de sensores en un área cercana a la Cordillera de los Andes, en Malargüe, Mendoza, y en la decisión de su instalación en la Argentina jugaron un rol clave las capacidades acumuladas en investigación científica y el alto nivel de desarrollo en sectores complejos como el de la energía nuclear.
Alberto Etchegoyen, director del sitio del Pierre Auger y representante por la Argentina, es uno de los principales impulsores de este proyecto en nuestro país y, a sus 75 años y cerca de su retiro, tuvo el honor de anunciar que el observatorio tiene garantizado financiamiento internacional por, por lo menos, diez años más. Durante la ceremonia de firma del convenio internacional, Etchegoyen, que actualmente es investigador y asesor en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y el CONICET, fue director del Instituto de Tecnologías en Detección y Astropartículas (ITeDA) que trabaja en conjunto con el Pierre Auger y también se desempeña en el proyecto QUBIC, en Salta, habló con TSS sobre cómo se logró mantener el funcionamiento de esta instalación científica como una política de Estado a lo largo de todos estos años y cuáles son los objetivos que se plantean para la próxima década.
¿Cómo fue sostener esta instalación científica durante tantos años más allá de los cambios en la política nacional?
En la Argentina están involucrados el Gobierno nacional, el de Mendoza, la intendencia de Malargüe, la CNEA y el CONICET, y todos lo han tomado como una cuestión de Estado. Independientemente de los cambios que hubo en los gobiernos, que han sido muchísimos, siempre se hubo apoyo. Es una oportunidad que se brindó y que fue realmente aprovechada por el país. Ahora nos dieron 10 años más, con lo que yo creo que a lo largo de 35 años efectivamente va a haber un apoyo sustantivo. Solamente el mantenimiento de los proyectos son dos millones de dólares al año y se han pagado siempre. Los 17 países que forman parte de esto lo valoran mucho, y como ya se ha dicho, esto ya se ha convertido en una facility internacional para probar otros experimentos. Tengo la impresión de que va a seguir por muchos años más, y que también se va a extender a otros proyectos.
¿De dónde viene su pasión por estudiar los rayos cósmicos?
La anécdota es muy interesante. Muchas veces uno piensa que en la ciencia todo está alineado y que se va avanzando en linea recta pero muy pocas veces es así. En este caso, jugó un rol importante el azar. En 1994, yo era jefe de Instrumental de la división de Física Experimental de la CNEA y fui a una reunión de la Asociación de la Física Argentina en Córdoba, y ahí pasó lo que llamo el misterio de la silla vacía. Yo me sentaba siempre con mis colegas pero no había lugar y entonces me senté en una silla vacía que había y ahí me enteré de que había una reunión en el Instituto Balseiro en la que iba a estar (James Watson) Cronin, el premio Nobel de Física (1980). Entonces fui y lo invité a dar una charla en el Tandar, y ahí nos metimos por casualidad en esta relación que nos llevó a hacer esto.
La relación surgió entonces por Cronin más que por los rayos cósmicos.
Claro. Fue una oportunidad y con el tiempo me fui ligando mucho a los rayos cósmicos. Yo hice mi doctorado en Oxford, empecé con la física nuclear, después me fui al Fermilab de Estados Unidos a trabajar en partículas elementales y ahora estoy en la dirección del proyecto de cosmología observacional QUBIC, en Salta, con el que estamos tratando de encontrar pruebas fehacientes de la creación del universo por el Big Bang. La física es una ciencia, podes hacer teorías pero tenés que encontrar pruebas que la respalden. También estoy involucrado en el Laboratorio Andes, en San Juan, adonde la idea es hacer un centro de investigación subterráneo para estudiar partículas como los neutrinos y materia oscura. De todo esto pienso que a lo que a mi me enamora es la investigación en ciencia y técnica.
¿Cómo avanza la gestión del proyecto QUBIC?
Ahora está avanzando bien. En los últimos años lo hemos llevado adelante nosotros, la colaboración argentina. Una de las razones que hubo, y que fue importante, es que no estaba firmado el memorándum de entendimiento, entonces a las agencias internacionales les resultaba muy difícil colocar plata en un país extranjero si no había algo formalmente firmado. Ahora lo firmamos, también lo hicieron Francia e Italia, por lo que todo eso está totalmente encaminado.
En la presentación dijo que el apoyo de CONICET es esencial para este tipo de investigaciones de gran escala. ¿De qué manera?
Cuando se creó el ITeDA, el Instituto de Tecnologías de Detección y Astropartículas, ese nombre me gustaba a mí porque en investigación astrofísica la tecnología es muy importante. En un momento le pregunté a Cronin cómo hacía uno para ganar un premio Nobel, y él, que era muy humilde, me dijo: teniendo el mejor equipo de detección. Me podría haber dicho que siendo muy inteligente, o algo así, pero no. Y el instituto tienen tres patas locales que ayudan a eso. La CNEA, que tiene la ventaja de que es mission oriented, y tiene un buen presupuesto, tiene laboratorios, instrumental e infraestructura. El CONICET ha sido crucial porque nos dio el personal calificado, no solamente científicos y técnicos, sino también tenemos becarios doctorales que son cruciales. Y la UNSAM que nos brinda el paraguas académico: tenemos un doble doctorado en Astrofísica y otro en Ingeniería gracias a la universidad.
Últimamente están bastante bajos los estipendios de las becas, lo que complica la continuidad en las carreras de investigación y muchos eligen otros caminos. ¿A ustedes se les está yendo gente?
Nosotros no nos hemos visto afectados directamente. Los sueldos son bajos, tanto en CNEA como en CONICET, y deberían subir, pero hay otros factores que también son importantes cuando uno elige esta forma de vida. Si te gusta lo que hacés es diferente que si tenés que hacer algo por obligación y eso influye también. Lo otro importante es que son cargos estables, lo que no pasa en las empresas privadas, adonde te pueden decir que hay que hacer un adecuamiento de la empresa y te podés encontrar en la calle sin nada. Te tiene que gustar esto. Si hacés carrera de investigación, la motivación es otra.
Desde el Gobierno se busca ver los resultados económicos en el corto plazo de los lugares en donde se invierte dinero. ¿Por qué debería seguir apoyando este proyecto que no parecería dar dinero en el corto plazo?
Por ejemplo, porque hacemos desarrollo de tecnología. Los detectores de muones (partículas elementales subatómicas) los hicimos desde cero acá en la Argentina. Y ahora tenemos una tesis de doctorado que nos permite usarlos para hacer muongrafías, que son como radiografías con muones. Se puede usar para analizar diques, para ver si tienen fisuras. Se puede poner el detector en una pared del dique y detectar los muones que la atraviesan para ver cómo se desvían al pasar por el dique y analizar su estructura. Y hay otros réditos para la sociedad que son muy importantes. Acá la comunidad internacional invierte 1,7 millones de dólares por año en operación y mantenimiento. Es dinero que se gasta en la población malargüense, que viene a la sociedad. La universidad de Chicago donó la escuela James Cronin, en la que los chicos tienen una muy buena preparación y se estableció el idioma inglés como obligatorio en todas las escuelas de la zona. Un lugar que estaba alejado del mundo ahora tiene la oportunidad de conectarse. Gracias a este vinieron los proyectos de Qubic y DS3 (antena de exploración de Deep Space), que lo transforman en un polo científico a nivel mundial. Tenemos la feria de las ciencias en la que se busca interesar a los jóvenes en ciencia y está el centro de visitantes, que hace que haya un turismo científico de 10.000 personas por año, la misma cantidad que los habitantes de Malargüe. También, hace muchos años, la Unión Europea financió la conexión de fibra óptica desde San Rafael a Malargüe. Traer el cable costó un millón de dólares y benefició a todos.
¿Cuáles son los principales objetivos de investigación para los próximos diez años?
Hay dos fundamentales. Desde la Argentina podríamos establecer una nueva rama de la ciencia, una astronomía de la física. Porque la astronomía es básicamente óptica, pero si se puede analizar la ultraenergía ya se puede apuntar directamente a la fuente de esa energía. Eso sería una nueva rama de la ciencia, la astronomía de partículas cargadas. El otro es que a estas altas energías hay un déficit de muones, hay algo que no funciona como pensamos que debería ser, así que tenemos que ver por qué y eso permitiría abrir nuevos caminos de conocimiento y para el desarrollo de tecnología. También me parece importante destacar los detectores de muones que diseñamos y construimos. Nos dimos cuenta que eran fundamentales para comprender la composición química del rayo cósmico primario: saber qué es lo que llega, si llega un protón, si llega un núcleo de hierro. En este proyecto competimos con dos proyectos internacionales para medir muones en forma directa, el proyecto Marta, de Portugal y Brasil, y el Tosca, de otros países, y lo ganamos nosotros.
06 dic 2024
Temas: Astrofísica, Cooperación internacional, Física de partículas, Inversión en ciencia y tecnología, Pierre Auger, Qubic, Rayos cósmicos