El director del Museo del Amazonas habló con TSS sobre los incendios que están destruyendo parte de la selva amazónica y que causaron una crisis internacional para el gobierno brasileño. El rol del agronegocio, la reacción de la comunidad científica y las consecuencias de la pérdida de biodiversidad.
Agencia TSS — Ennio Candotti nació en Italia pero es brasileño por adopción. Director del Museo del Amazonas, en Manaos, recientemente fue nombrado ciudadano del Amazonas, justo cuando los incendios arreciaban en la zona y desataban un escándalo internacional para el gobierno de Bolsonaro. Según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE), desde enero hasta finales de este mes se han registrado 84.957 incendios forestales, un aumento del 75% respecto del mismo período del año pasado.
Candotti es también una referencia ineludible de la política científica de Brasil, país al que llegó a principios de la década del setenta tras formarse como físico en Europa. Fue docente en diversas universidades brasileñas y varias veces presidente de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia (SBPC), desde donde impulsó publicaciones pioneras de la divulgación científica latinoamericana como la revista Ciencia Hoje y el boletín Jornal da Ciencia. Durante los años ochenta pasó algunos años en la Argentina –que ayudaron a que mantuviera un excelente manejo del español– con el objetivo de crear la revista Ciencia Hoy, basado en la experiencia de su antecesora brasileña.
Hace 10 años, Candotti se mudó a Manaos y comenzó una activa tarea de divulgación sobre la selva amazónica. Durante una entrevista telefónica con TSS, habló sobre el origen y las consecuencias de los incendios en la selva, que obligaron a una reacción tardía por parte del gobierno brasileño, con un decreto que prohibió las quemas durante dos meses. “Me parece que el gobierno está enfrentando una reacción que no esperaba. Imaginaban poder quemar y quedar impunes. La reacción internacional, que es también interna, cuestionó esta política. La bomba les explotó en la mano”, sostuvo.
Bolsonaro dijo que la reacción internacional es parte de una operación para desprestigiar al país y un ataque a la soberanía brasileña.
Era previsible que hiciera eso. Lo que ocurre en el Amazonas y también en otras partes de Brasil es una ocupación deliberada de tierras para la ganadería y la agricultura. Los incendios forman parte de esa estrategia, recordemos que el 10 de agosto fue anunciado como el día del fuego por los ganaderos. Lo que sucede no es solo criminal, sino premeditado, unido a una profunda ignorancia sobre lo que significa la selva del Amazonas, sobre su biodiversidad, el respeto a las tierras indígenas y la riqueza que hay allí. Hay una política explícita para que inversores estadounidenses y europeos vengan a comprar tierras en el Amazonas y probablemente quieran venderlas ya deforestadas. Lo lamentable es que no tengan la curiosidad o el interés por lo que están quemando, están incendiando una biblioteca que todavía no conocemos. La política destructiva no es algo exclusivo del Amazonas, la vemos también en la venta de empresas estatales como Petrobras, Embraer y el Banco de Brasil. Es un nuevo ultraliberalismo salvaje, poco respetuoso de los derechos humanos, con un gobierno que tiene un discurso violento. En Brasil vemos cómo han crecido los asesinatos de niños pobres.
¿Cómo impactó en la comunidad científica el despido de Ricardo Osorio Galvao, director del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), por divulgar que el Amazonas había perdido más de 3.000 kilómetros cuadrados de área boscosa desde la asunción de Bolsonaro en enero pasado?
Hubo mucha solidaridad con él. Yo lo conozco y puedo decir que es una persona íntegra, que hizo lo que tenía que hacer. Si se pierde la credibilidad, la confianza en las instituciones científicas, la sociedad pierde una referencia. Pensemos que hay gente en el Congreso en Brasil que defiende que la Tierra es plana. Si uno se queda callado, deja el camino libre para que avancen cosas así, es como que cualquier opinión vale lo mismo. Entonces, es importante que haya una confianza en la ciencia y en quienes la hacen. Al cuestionar al INPE y a los datos producidos allí, el presidente Bolsonaro cuestionó toda una historia de credibilidad. El director le contestó y la consecuencia está a la vista.
¿El ministro de Ciencia y Tecnología, Marcos Pontes, no lo respaldó?
No. Pontes es una persona que hace lo necesario para salir bien en las fotos y dice siempre que sí, que va a resolver esto y lo otro, y finalmente no resuelve nada. Hace discursos bonitos, pero nada de lo que prometió hasta ahora se hizo y su rol en este conflicto ha sido marginal. El sistema de ciencia y tecnología, que tantos años costó construir, está seriamente amenazado. Ni siquiera durante la dictadura militar los científicos sufrieron como ahora. La situación es crítica y si Pontes no logra conseguir en las próximas semanas unos 100 millones de dólares de financiamiento para las becas de investigación y formación en distintos niveles, probablemente quedarán interrumpidas.
¿Qué actitud ha tenido la comunidad científica y en especial la SBPC, de la que usted ha sido presidente?
No solo hemos sido muy críticos, sino que se ha trabajado activamente desde lo técnico para explicar lo que está ocurriendo. La SBPC actúa y trata de influenciar en el ámbito del Congreso Nacional, hay un estado de movilización que se intenta mantener, no queremos dejar sin respuesta lo que está ocurriendo, que es muy grave. Movilizarse es muy importante y la respuesta debe ser política. Tendremos que insistir, actuar frente a la opinión pública y en el Congreso. La popularidad de Bolsonaro baja cada vez más, pero todavía hay un 30% de la población que defiende cualquier tontería que pueda decir Bolsonaro. Vamos a tener que luchar contra las noticias falsas también, ya que circulan con mucha frecuencia.
Pero los incendios en el Amazonas no son algo nuevo y también los había durante los gobiernos de Lula y Dilma. ¿Qué cambió?
Había incendios, es cierto, pero también había un castigo a los crímenes ambientales. Podemos ser críticos y decir que no hicieron lo suficiente, porque, en efecto, hubo destrucción de la selva. Pero es un décimo de lo que ocurre ahora en términos de terrenos quemados. En esta época del año siempre hay quemas, pero lo que vemos ahora es un intento deliberado por sumar tierras para la ganadería, para plantar soja, avalado desde el poder con una garantía de impunidad.
¿Es una devolución de favores por el apoyo del sector de agronegocios al proyecto de Bolsonaro?
Sí, pero a esta altura ya solo de una parte, porque hay gente de la agricultura muy influyente, como Blairo Maggi, uno de los más grandes cultivadores de soja del mundo, que ahora se queja duramente y dice que el gobierno está destruyendo el acceso a los mercados internacionales con sus políticas. Diría que hay un 50% de los grandes agricultores que están abandonando la política de Bolsonaro. La economía está congelada, muy cerca de una recesión. Los resultados son muy similares a los que logró Macri en la Argentina, con la diferencia que nosotros solo tenemos ocho meses de Bolsonaro.
Los incendios van más allá de Brasil. En Bolivia también han sido numerosos, en un gobierno con otra orientación ideológica que el de Bolsonaro.
Creo que la permisividad o el apoyo subterráneo que Bolsonaro está dando a los agresores del medio ambiente sin dudas contamina más allá de las fronteras. La sensación de impunidad se traslada a países como Bolivia y Paraguay, donde hay un efecto de imitación. Están esperando a los inversores que irán a comprar después esas tierras ya limpias. Pero hay que ver qué pueden plantar, porque la tierra en ciertas partes del Amazonas es muy pobre, no es una tierra para cualquier cultivo, aunque es muy deseada por los ganaderos. Otro problema que va más allá de las fronteras es el de tierras indígenas. Hay una agresión contra estas tierras y por lo tanto contra sus derechos, se aprovechan de su situación de vulnerabilidad. El hecho criminal es que hay muchas áreas que podrían ser utilizadas para la ganadería, 700.000 kilómetros cuadrados de áreas que pueden ser aprovechadas para plantaciones o para ganadería en Brasil. No es necesario abrir nuevos terrenos, vulnerar derechos y amenazar la biodiversidad como lo están haciendo.
¿Cuál ha sido la actitud de los gobernadores de los estados del Amazonas?
Ha sido cautelosa. En Acre, Amazonia y Pará los gobernadores se han mostrado muy cautelosos hasta con las denuncias y con la solidaridad internacional. En Rondónia y Roraima, quizás un poco menos. Es muy difícil la situación porque su economía está en una situación delicada, los estados del Amazonas son pobres y tienen condiciones ambientales complejas.
¿Qué reacción han generado los incendios en la población que vive en ese territorio?
Es una sociedad muy sensible a los daños en el medio ambiente pero a la vez la selva es tan abundante que la conciencia de su valor es algo que todavía estamos trabajando desde el Museo del Amazonas. De hecho, yo estoy involucrado personalmente en un proyecto de divulgación del valor de la selva, que está creciendo en apoyo y en investigadores, pero siempre son insuficientes. La abundancia de la selva amazónica opera en contra de la percepción del riesgo, se vive en un territorio en el que el horizonte está cubierta por la selva, da la sensación de que estará allí para siempre. Entonces, cuesta instalar la idea de la no linealidad de las reacciones, es decir, que las perturbaciones, por más que parezcan pequeñas respecto del todo, alcanzan para que pueda haber efectos catastróficos. Tampoco hay conocimiento ni educación suficiente sobre el valor de las sustancias naturales que las plantas producen, es necesario darle visibilidad a eso. No somos conscientes de que hay cosas más valiosas que el oro que busca la minería.
¿Cómo se revierte la situación actual?
Con la esperanza de que raramente proyectos como el de Bolsonaro han durado mucho tiempo, son más bien efímeros y quedan como manchas en la historia. Pero también con mucha educación, con divulgación y, obviamente, con gobiernos que tengan políticas de conservación. Es necesario reflexionar más y transmitir la idea de que dependemos de la biodiversidad para tener agua, para producir alimentos y medicamentos. Si lográsemos que haya mayor conocimiento sobre el valor de la botánica, tal vez sería distinto. Debemos pensar sobre el poco valor que se le da a la botánica en la divulgación científica. Botánica es sinónimo de una taxonomía refinada, seria, pero no logramos hacer con las plantas las mismas historias que hacemos con animales o los insectos. Sin embargo, nuestra vida depende de las plantas.
29 ago 2019
Temas: agricultura, Agronegocio, Amazonas, Brasil, Medio ambiente