Investigadores de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora estudian el potencial del cardo, una maleza endémica en nuestro país, como insumo para la producción de etanol. Se trata de un cultivo que crece en tierras marginales y con muy pocas precipitaciones, por lo que no compite con el cultivo de alimentos.
Agencia TSS – El cardo, una planta considerada una plaga desde los años sesenta en la Argentina, rebrota todos los años por sí misma, sin necesidad de volver a cultivar. Esa persistencia y el aceite que contiene hacen del cardo un cultivo promisorio para la generación de energía. Esto puede lograrse a través de un proceso de segunda generación, es decir, que por medio de microorganismos se transforma la biomasa lignocelulósica en etanol y no los azúcares, como pasa con los cultivos de caña, maíz y sorgo.
La idea del proyecto surgió en una charla de pasillo en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ) entre Roberto Huarte, que estudia el cardo de castilla desde hace veinte años, y Ezequiel García Stepien, que investigaba sobre la composición de la biomasa de maíz. Huarte y García Stepien comenzaron a analizar la aptitud del cultivo en diferentes zonas, para lo cual debían recorrer distintos campos con el objetivo de caracterizar su expresión zonal. Sin embargo, la pandemia truncó esta parte y solo pudieron hacerse dos viajes hasta el momento.
Este año, los investigadores se habían propuesto relevar en campo las distintas especies de cardo y su producción. Los datos preliminares dieron rindes de entre 500 y 2000 litros de etanol por hectárea, con una producción de biomasa de entre 1400 y 7000 kilos de rastrojo. Debido a las restricciones del aislamiento sanitario no pudieron acceder a los campos donde habían sembrado ni hacer control de malezas, sumado a la sequía de este invierno y primavera.
Las investigaciones arrojaron que el potencial de la planta es más importante en su segundo año. “Esas potencialidades que tiene la especie la hacen apta para estos ambientes marginales de precipitaciones erráticas o de escaso acceso al agua. Nosotros tenemos plantas que tienen entre seis y siete años y son altamente productivas”, le dijo a TSS García Stepien. Los especialistas están analizando las diferentes variedades, ya que algunas crecen cerca de un metro y otras superan el metro con setenta centímetros, lo que produce un gran volumen pero además le permite competir mejor con otras malezas.
Se realizó una siembra en Sierra de la Ventana para conocer la expresión en un ambiente marginal con un ensayo en la Escuela Agrotécnica de Tornquist y también se realizaron pruebas en un predio de la UNLZ. En estos se pudo ver que cuando la planta llega a un metro de altura ya se independiza de las precipitaciones y toma el agua de las napas, con lo que puede resistir mejor las sequías.
Los cultivos se realizaron de forma controlada en tierras marginales para no extender la maleza a campos productivos. Además, se pueden cosechar primero las inflorescencias, que tienen un alto contenido de aceite con el que se puede producir biodiesel, y así también evitar la dispersión de semillas. El cultivo ya es usado en Italia y otras partes del Mediterráneo con fines energéticos.
Para producir el etanol es necesario contar con una planta de biomasa que debe estar adaptada a la zona productiva de donde pueda recibir el rastrojo. Para que sea económicamente viable es necesario que el tamaño sea tal que le permita recibir un abastecimiento constante de diferentes sustratos o rastrojos a lo largo del año.
García Stepien le dijo a TSS que ya tuvieron conversaciones en el Congreso de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (AAPRESID), en el que recibieron muchas consultas, sobre todo de zonas marginales. “Nos hicieron muchas preguntas desde el sur de la Provincia de Buenos Aires, en el valle inferior que limita con Río Negro, sobre las plantas modulares para producir energía. Hay un gran potencial de producción y hasta posibilidades de trabajar con riego. La provisión de energía es una carencia en grandes partes del país y las consultas fueron por el cardo pero también sobre el potencial bioenergético de rastrojos de distintas especies”.
El grupo de investigación se completa con César López y Maia Fradklin, de la UNLZ, que estudian el perfil genético de las plantas para identificar los genes que favorecen la producción de etanol. El tesista de grado Federico Borlandelli, también de esa institución, está encargado de los cultivos. Raúl Comelli, de la Universidad Nacional del Litoral, trabaja en los procesos de fermentación y los microorganismos necesarios para eso. Otros investigadores que forman parte de la iniciativa son Marcelo Torrecillas (UNLZ); Vanina Cravero, de la Universidad Nacional de Rosario; y Giuseppe Puglia, investigador del Instituto para el Sistema Agrícola y Forestal del Mediterráneo (Nápoles, Italia).
En la Argentina se producen más de 1100 millones de litros de bioetanol al año para corte con combustibles. El 54% de ellos a partir del almidón del grano de maíz y el restante de la caña de azúcar. “En el país no hay ninguna planta que haga generación de bioetanol de segunda generación. Hay casos en Europa y en Estados Unidos, y hay algo en Brasil, pero en la Argentina no tenemos esta experiencia y tratar de hacerlo es ir un poco a la vanguardia y jugársela por un futuro mejor. A veces es difícil que a uno lo financien para estos temas y por suerte la universidad creyó en el proyecto y nos apoyó”, afirmó García Stepien.
08 oct 2020
Temas: Biocombustibles, Biomasa, Energía, Etanol, UNLZ