El peso de una lágrima

Investigadores de la Universidad Nacional de Entre Ríos desarrollaron un biosensor para el diagnóstico en salud ocular. Permite la evaluación de la lágrima en el consultorio oftalmológico con una toma de muestra simple y no invasiva. Podría ser una alternativa para reemplazar a la técnica actual, que depende de la experiencia y habilidad del médico.

Por Matías Alonso  
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Agencia TSS – La patología más común en oftalmología es la del ojo seco y para diagnosticarla es esencial conocer la fluidez y el caudal de las lágrimas. Para evaluar la humedad en la superficie ocular en un consultorio se suele usar un material similar al del clásico papel secante, que se pone sobre el ojo. Para evaluar la fluidez de la lágrima se usa un método conocido como breakup time test, en el que el paciente debe pestañar y el médico observa a través de una lente de aumento cuánto tiempo pasa hasta que la película formada por la lágrima en la superficie del ojo se rompe. Para esta práctica es muy importante la toma exacta del tiempo y la capacidad del médico de ver el momento exacto en que se producen grietas en la película de la lágrima o pierde su uniformidad.

Para mejorar este diagnóstico, un equipo de trabajo del Laboratorio de Prototipado Electrónico e Impresión 3D de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), en colaboración con oftalmólogos, encontró que podían usar una microbalanza de cristal de cuarzo para pesar la lágrima y evaluar su fluidez mediante la medición de la frecuencia de resonancia y disipación. “Es como una pequeña balanza que nos permite pesar esa lágrima. Como es un fluido y tiene una pérdida de energía, en el sistema podemos medirla y cuantificarla con precisión. Lo que el oftalmólogo ve es un número que le va a decir si la lágrima está dentro de los rangos de normalidad o no”, explicó a TSS Martín Zalazar, doctor en Ingeniería y responsable del proyecto.

El dispositivo es de bajo costo y portátil, por lo que cada oftalmólogo podría tenerlo en su consultorio y hacer las mediciones en el momento. En la superficie de esta microbalanza se puede agregar un receptor selectivo para detectar determinadas moléculas y así poder hacer otro tipo de análisis sobre la calidad de la lágrima. “Podríamos detectar moléculas no solo relacionadas con patologías del ojo, sino a nivel sistémico, porque existen otras patologías, como las tiroideas, en las cuales se afecta el fluido lagrimal. También ciertas patologías neurológicas y alergias. No nos limitaríamos a que el usuario final del producto sea el oftalmólogo, sino que podrían ser médicos generalistas”, dijo Zalazar.

Biosensor para el diagnóstico ocular

Fuente: Laboratorio de Prototipado Electrónico e Impresión 3D de la UNER.

El proyecto había comenzado en el año 2015, gracias al Programa Doctores en Universidades para Transferencia Tecnológica (D-Tec) de la Agencia del ex Ministerio Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación (hoy secretaría),  con el cual Martín Zalazar se sumó al Laboratorio de Prototipado Electrónico e Impresión 3D de la UNER tras haber terminado su doctorado en la Universidad Nacional del Litoral (UNL) con una estadía en el Argonne National Lab de Estados Unidos, gracias a una beca Fullbright. Durante ese tiempo, Salazar había tenido la oportunidad de conocer la tecnología de las microbalanzas de cristal de cuarzo.

El proyecto ganó un PICT Start-up de la Agencia (2017), que les permitió incorporar un becario doctoral y del que todavía están esperando los desembolsos para poder hacer los ensayos con pacientes, ya que no existen mediciones sobre la fluidez ideal de las lágrimas. También cuentan con otros cinco becarios por un Proyecto de Investigación y Desarrollo (PID), también de la Agencia, con el apoyo de la UNER y del CONICET.

Zalazar explicó a TSS: “El proyecto se hizo en el marco de este programa y la tecnología la empecé a manejar desde el doctorado, son pasos que llevan tiempo. Hay que transitar un camino largo, no salió de un año para el otro”.

Este mes se presentó el dispositivo en el Congreso Anual de la Asociación para la Investigación en Visión y Oftalmología (ARVO por sus siglas en inglés) en Canadá, el más importante del mundo en la especialidad y al que acudieron 11.000 asistentes. Allí, este primer prototipo funcional de biosensor ocular tuvo una muy buena acogida por parte de médicos de todo el mundo y algunas devoluciones que les permitirán mejorar el dispositivo. “Esto hace que nos apuremos un poco porque ya lo vieron 11.000 personas. En paralelo, estamos analizando el proceso de patentamiento. Estamos viendo si contaremos con patente o no, dependiendo de quién sea el socio comercial, según hablamos con algunos especialistas durante el congreso en Canadá”, dijo Zalazar.

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