¿Dónde están las abejas?

Investigadores del CONICET y la Universidad Nacional del Comahue detectaron que, a partir de los años noventa, se registra una reducción en las poblaciones de abejas a nivel mundial. Algunas causas tienen que ver con el cambio climático, el desmonte y la introducción de especies invasoras en su hábitat natural.

Por Nadia Luna  
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Agencia TSS – Se estima que el 85% de los cultivos de frutas y hortalizas necesitan de la polinización de las abejas para poder crecer. Según los registros a nivel global, existen más de 20.000 especies de abejas silvestres que realizan este rol ecosistémico clave. Sin embargo, científicos del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA), perteneciente al CONICET y la Universidad Nacional del Comahue (UNCOMA), hicieron un relevamiento de datos y detectaron que, a partir de los años noventa, se observa una reducción de las poblaciones de abejas en el mundo.

“Para muchas plantas, la polinización es imprescindible para que puedan dar frutos. Hay varios grupos de insectos que polinizan, como abejas, moscas y mariposas, pero lo que tienen las abejas es que todo su ciclo de vida depende del polen y del néctar, y eso hace que sean mejores polinizadores y que den frutos de mejor calidad y tamaño. Por eso, la declinación en estas poblaciones es un tema que se viene discutiendo bastante en la última década y que tiene relevancia ambiental y productiva”, explica a TSS el biólogo Eduardo Zattara, autor del estudio junto a su colega Marcelo Aizen.

Para realizar el relevamiento, los investigadores utilizaron la información disponible en la base de datos Global BiodiversityInformationFacility (GBIF), una plataforma internacional de acceso público que recopila registros provenientes de museos, universidades y ciencia ciudadana. Allí, analizaron los datos sobre abejas colectadas o avistadas entre 1946 y 2015.

«La declinación en las poblaciones de abejas es un tema que se viene discutiendo bastante en la última década y que tiene relevancia ambiental y productiva”, le dijo a TSS el biólogo Eduardo Zattara (izq), autor del estudio junto a su colega Marcelo Aizen.

Primero, organizaron la información y fueron contando las especies distintas que se registraban año a año. Luego, como la cantidad de registros varía según el año, observaron lo que sucedía cada diez años, para tener un promedio más ajustado. Así, concluyeron que desde 1950 hasta la década del 90, la cantidad de especies se mantuvo relativamente estable. Sin embargo, entre 2006 y 2015 se registró en promedio un 25% menos de las especies que se habían reportado en los noventa.

“Entre los motivos por los que se produce esta reducción, hay tres grandes factores. Uno tiene que ver con el cambio en el uso de la tierra. Las abejas necesitan de sus hábitats naturales para subsistir y lo que está pasando en muchos lugares es que se están reemplazando esos hábitats diversos por otros muy homogéneos. Por ejemplo, cuando se desmontan miles de hectáreas de bosque para plantar soja se produce un gran cambio en el ecosistema y eso afecta a la biodiversidad del lugar. Otro elemento que impacta de la misma forma es la expansión de construcciones urbanas sobre zonas naturales”, indica Zattara.

«Las abejas necesitan de sus hábitats naturales para subsistir y lo que está pasando en muchos lugares es que se están reemplazando esos hábitats diversos por otros muy homogéneos», dice Zattara.

El segundo factor tiene que ver con la introducción intencional y no intencional de especies invasoras, que avanzan en perjuicio de la flora y la fauna nativa. En la Patagonia, hay una especie nativa de abejorro cuya población comenzó a declinar rápidamente cuando se introdujeron desde Chile colmenas comerciales de abejorros europeos, que se asilvestraron y se expandieron. En tanto, el tercer conjunto de factores está vinculado con el cambio climático, que genera una serie de cambios en las condiciones del hábitat que dificultan la subsistencia de las especies.

Respecto de los resultados encontrados, el investigador señala que hay que tener en cuenta que los datos del GBIF tienen orígenes muy heterogéneos y que eso, además del faltante de información en algunos años, podría introducir algunos sesgos, por lo que sería bueno profundizar la investigación con estudios de campo y de manera sistemática para obtener datos más precisos. De todos modos, el declive del 25% es tan grande que, más allá de que ajustando datos el porcentaje varíe un poco, se podría asegurar que la tendencia a la baja es un hecho.

Con respecto a las medidas que se podrían tomar para evitar que las poblaciones de abejas continúen en descenso, Zattara explica que, en general, los programas que hay se enfocan en las abejas melíferas, pero es solo una de las miles que existen. «Se sabe que las abejas de la miel son muy beneficiosas para muchas cosas pero no son las mejores polinizadoras para todas las plantas. Por eso, es necesario que haya políticas que apunten a preservar la biodiversidad de abejas», afirma.

Además, el investigador indica que el problema necesita una solución más holística, que tiene que ver con la protección del ambiente en su conjunto. «Se pueden tomar medidas específicas, como promover que la gente que tiene jardines en zonas urbanas lindantes con zonas silvestres planten más flores nativas que exóticas. O, también, poner hoteles de abejas, que son construcciones artesanales que se pueden armar con cajas y palitos para que las abejas aniden y polinicen el jardín. Pero, más allá de lo que se pueda hacer de forma individual, también son necesarias políticas ambientales transversales y es importante que ejerzamos presión como sociedad para que eso se haga», finaliza Zattara.

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