Región Chaqueña: Agua para pocos

¿Quién accede al agua y qué actores tienen hegemonía sobre el cauce del río Bermejo? Una reciente investigación indaga en la desigualdad y las disputas en torno al acceso a este recurso en la región chaqueña, y busca desmitificar los discursos que presentan a esa zona del país como un lugar árido y desértico.

Por Vanina Lombardi  
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Agencia TSS – “La región chaqueña no es una región donde falte agua. El agua existe y es abundante, circula por la cuenca del Río Bermejo, y por otras como las de los ríos Guaycurú y Pilcomayo”, sostiene  la doctora en Antropología Malena Castilla, coautora junto con su colega Mariana Schmidt de un artículo que recientemente publicado en la Revista Uruguaya de Antropología y Etnografía, en el que tratan de desmitificar los discursos que sostienen que la región es árida y carece de agua. Por el contrario, demuestran que el acceso al agua en las provincias de Chaco y Salta es desigual por cuestiones vinculadas a relaciones de poder entre los distintos actores que se disputan este recurso.

Según datos del censo 2010, mientras que el 90% de los hogares en la provincia de Salta tienen acceso a agua de red, en los departamentos del Chaco Salteño esa cifra es muy inferior. En el departamento salteño de Rivadavia, por ejemplo, el 53,3% de los hogares accede a este servicio pero ninguno tiene acceso a desagues cloacales. En la provincia del Chaco, según datos de de la Plataforma del Agua del año 2017, el índice de acceso al agua de red en la provincia fue del 12,65%, mientras que el índice de acceso a saneamiento fue del 14,32%, pero en el departamento de Libertador General San Martín, esos índices ascendieron a 16,6% en el caso del acceso al agua y a 20,14%, para saneamiento.

Mediante un enfoque “hidrosocial”, centrado en las relaciones y vínculos que se producen en torno a los usos y disputas por el agua, las autoras hacen un recorrido histórico a través de las distintas etapas productivas y analizan cómo ha sido la gestión del agua y de las cuencas hídricas de Chaco y Salta, principalmente la del Río Bermejo, cuya cuenca recorre aproximadamente 123.000 km², el 90 % de ellos en la Argentina, desde los 4.000 metros de altura en la cordillera boliviana hasta su desembocadura como río de llanura en la cuenca de los ríos Paraguay, Paraná y de la Plata, atravesando 1.300 kilómetros del corazón de la región chaqueña.

Las investigadoras tratan de desmitificar los discursos que sostienen que la región, atravesada por ríos como el Bermejo (foto) es árida y carece de agua.

Gran parte de la importancia de esta cuenca está dada porque el 80% de la producción de granos, harinas y aceites de la Argentina son exportados desde los puertos de la Hidrovía Paraná-Paraguay (HPP), el segundo sistema fluvial de América del Sur, que se estructura en torno a la cuenca del Plata y sus cuatro subcuencas (ríos Paraguay, Paraná, Uruguay y Río de la Plata), junto con sus tributarios, entre los que se encuentra el río Bermejo. Esta hidrovía involucra a cinco países a lo largo de sus 3500 kilómetros de vías navegables, de los cuales 1200 kilómetros circulan por territorios argentinos, incluyendo Chaco.

“Partimos de una mirada histórica y regional para poder describir el proceso que atraviesa a estas provincias en cuestiones vinculadas al agua”, afirma Castilla, y destaca que una de las principales problemáticas que detectaron es que la producción está vinculada a un proceso de desmontes e incendios.

Entre 1998 y 2018, la pérdida de bosques nativos en la Argentina fue de alrededor de 6.500.000 hectáreas. Lo más preocupante de ese dato es que el 43% de las deforestaciones ocurrieron dentro del período de vigencia de la Ley N° 26.331/2007, de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos. Específicamente, el 87% de la deforestación practicada entre 2007 y 2018 se localizó en la región chaqueña, principalmente en Chaco (14%), Formosa (13%), Salta (21%) y Santiago del Estero (28%). De igual modo, en el período 2019-2020, aún en épocas de pandemia, los desmontes alcanzaron las 30.368 hectáreas en Chaco y las 35.606 hectáreas en Salta.

“La dimensión del análisis hídrico no puede dejar de ser pensada a la luz de la problemática sanitaria de estos últimos años”, agrega Schmidt, y recuerda que en Salta, de manera simultánea al inicio de la pandemia por coronavirus, se declaró la emergencia sociosanitaria en los tres principales departamentos del Chaco Salteño: Orán, Rivadavia y San Martín, por la gran cantidad de internaciones y fallecimientos de niños y niñas indígenas, por situaciones de desnutrición y deshidratación, que en gran medida tienen que ver con problemas para acceder al agua y a la tierra. “Es importante no perder de vista que la pandemia tiene otros impactos en estas poblaciones, que son cada vez más arrinconadas en territorios, aguas y cuerpos más degradados y enfermos, para quienes el monte es uno de los principales almacenes de recursos, adonde acceden a sus alimentos”, explica la especialista.

El acceso a agua de calidad presenta grandes dificultades en la región chaqueña, sobre todo para las poblaciones rurales.

Agua para pocos

Con historias y productividades diferentes, estas provincias reproducen una situación de acaparamiento territorial e hídrico que responde a los objetivos de producción de un sector, principalmente del empresariado agrícola-ganadero, en detrimento de las poblaciones locales de comunidades indígenas y poblaciones campesinas.

“Se han construido obras que reencauzan los ríos y a su paso van secando algunas partes e inundando otras que antes no se inundaban, se va modificando la naturaleza del lugar y mucha gente que antes accedía al agua a través de una laguna que se alimentaba de un río, por ejempo, no tiene más acceso a ella porque la laguna se secó”, explica Castilla. Estas modificaciones no tienen que ver con un proceso natural sino con la intervención humana, que ha dejado a produtores pequeños e indígenas sin acceso a este recurso esencial.

“La problemática hídrica es histórica y podemos verla en múltiples dimensiones”, considera Schmidt, que es doctora en Ciencias Sociales es investigadora del CONICET en el Instituto Gino Germani, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), y detalla que el acceso a agua de calidad para consumo doméstico o familiar, por ejemplo, presenta “grandes dificultades”, sobre todo para las poblaciones rurales, que acceden a ella por medio de tecnologías alternativas al agua de red, que es la forma de acceso habitual en áreas urbanas consolidadas.

En estas zonas de la región chaqueña, por ejemplo, para acceder al agua utilizan perforaciones con bombas y techos colectores de agua de lluvia, o a través del reparto de agua por medio de camiones cisternas. “Son aguas superficiales o subterráneas que en su gran mayoría están expuestas a fumigaciones con agrotóxicos, o que también pueden tener alto contenido de arsénico de manera natural”, dice Schmidt.

“Partimos de una mirada histórica y regional para poder describir el proceso que atraviesa a estas provincias en cuestiones vinculadas al agua”, dice Castilla.

“Otra cuestión que se repite es que muchas de estas obras no se condicen con el lugar en donde están. Por ejemplo, se hacen techos colectores de agua en una región donde las lluvias son cada vez más escasas, y eso también es un problema”, advierte Castilla, y recuerda que uno de los discursos comunes que reproducen los pobladores es que no tienen acceso al agua porque los campos que limitan con el río Bermejo son privados y se alambraron o porque las obras de infraestructura que se hacen de la mano de grandes agencias internacionales, como el BID y el Banco Mundial, no llegan a abastecerlos. De ahí el título de esta investigación: “El Bermejo pasa por los campos de la empresa que fumigó y nosotros no tenemos ni una canilla”: La región chaqueña como territorio hidrosocial.

Apropiación agropecuaria

Todo esto es parte de un proceso histórico que a fines del siglo pasado y principios del actual mostró una escalada en los procesos de apropiación de los bienes comunes, junto con una renovada expulsión de poblaciones de sus espacios de vida y la profundización de problemáticas ambientales y sanitarias, “que remite a la consagración del modelo de agronegocios en la región, desde inicios del siglo XXI”.

La denominada expansión de la frontera agropecuaria fue avanzando desde la región pampeana hacia el norte del país, sustentada por los avances en la biotecnología, la dinamización del mercado inmobiliario y un contexto internacional favorable a la producción y exportación de commodities. El trabajo muestra cómo mientras que en la campaña agrícola de 1990, la superficie sembrada con soja en las provincias de Salta y Chaco no superaba las 95.500 y 50.000 hectareas, respectivamente, para la campaña agrícola 2020/21, el 75,5 % de las 1.327.495 hectáreas sembradas en Salta correspondían a soja, maíz y algodón (en su mayoría transgénicos), mientras que un 83,8 % de las 1.245.632 hectareas cultivadas en Salta estaban implantadas con maíz, poroto seco y soja (ver gráfico).

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Junto con la agricultura, también se ha incrementa la cría de ganado. A nivel nacional, Chaco es la quinta provincia con mayores explotaciones agropecuarias con ganado bovino y Salta la novena. Además, de acuerdo con un informe del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), Salta cuenta con algunos de los establecimientos de engorde a corral (feedlots) más grandes del país: contiene el 3,5 % de los establecimientos en su territorio (sobre un total nacional de 1.149), concentra el 10,1 % de los bovinos y se ubica en cuarto lugar, detrás de provincias tradicionalmente ganaderas como Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe.

En síntesis, concluye Castilla, “el acceso al agua, su uso y apropiación, es un escenario que se repite en ambas provincias, adonde grandes empresarios explotan los territorios hidrosociales, y las relaciones que se establecen entre los distintos actores tienen que ver con las cuencas y el uso de las mismas”.

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