Marcelo Bosch, coordinador de Áreas Emergentes y Transversales del INTA, destaca el potencial de las TICs y la robótica en el agro y la necesidad de generar espacios de trabajo para debatir el desarrollo de tecnologías a escala nacional y regional.
Ingeniero agrónomo, analista de sistemas, doctor en comunicación y con formación en filosofía, Marcelo Bosch es un acérrimo creyente y practicante de lo interdisciplinario. A cargo de la Coordinación de Áreas Emergentes y Transversales del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), se ocupa de explorar el potencial de la tecnología en la industria agropecuaria local y afirma que las TICs y la robótica se encuentran desarrolladas pero desconectadas localmente.
“El resultado de mi formación académica es el generalista que soy hoy, una especie en extinción. Desde la segunda mitad del siglo veinte vivimos un proceso de fragmentación de la ciencia que, por un lado, produjo enormes resultados. Pero, al mismo tiempo, fueron desapareciendo los grandes contenedores de conocimiento, lo que antiguamente eran los sabios, que conocían un poco de cada cosa. Hoy tenemos una cantidad de problemas de gestión de la ciencia que tienen que ver con ese grado de especialización y en donde se dificulta bastante integrar otros conocimientos que aporten a una mirada más general”, asegura Bosch.
TSS – ¿De qué forma el INTA se ocupa de abordar nuevos problemas?
Hace unos diez años, el INTA delineó su matriz de decisión estratégica estableciendo un conjunto de programas nacionales que se relacionaron con sistemas productivos tales como cereales, carnes, leche o frutales, entre otros; y áreas disciplinarias de carácter transversal, como clima, suelo, biotecnología, protección vegetal y salud animal, entre otras. Con el tiempo se hizo evidente que ciertas áreas de conocimiento y nuevas tecnologías aparecían dentro y fuera de nuestro sistema de innovación, pero sin que las considerásemos en las discusiones estratégicas. Así nació la Coordinación de Observación y Promoción de Áreas Emergentes y Transversales, con el objetivo de contemplar la dinámica de los procesos de innovación, analizarlos, ponerlos en contexto y provocar el interés y la discusión institucional, así como la articulación con otros actores del sistema de científico y tecnológico. Algunas de dichas áreas son candidatas a integrar en el futuro la agenda de I+D del INTA.
TSS – ¿Las tecnologías de la información y la comunicación (TICs) conforman un área emergente para el INTA?
Las TICs no son un invento reciente y en ese sentido constituyen una familia de tecnologías con tradición, pero su aplicación a la producción agropecuaria, y dentro del mismo INTA, sí puede considerarse emergente y transversal, puesto que incide en todas las otras áreas estratégicas. Hoy se necesitan TICs para hacer cualquier cosa: se necesitan sensores, procesadores, redes, posicionamiento y bases de datos en prácticamente todos los dispositivos y sistemas tecnológicos. El INTA comenzó hace mucho tiempo un proceso de asimilación de las TICs en sus herramientas, laboratorios y sistemas tecnológicos. Pero le falta todavía un enfoque unificado y una visión prospectiva que permita incorporarlas a la matriz de análisis y decisión estratégica. Si se cuenta con especialistas en carnes, en forestales, en leche, pero no se tiene especialistas en TICs, es difícil poder sostener una posición de liderazgo tecnológico. Un ejemplo regional, y casi único en el mundo, es el de EMBRAPA (Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria) en Brasil, que hace unos 25 años estableció la División de Informática Agropecuaria, donde trabajan cerca de 100 personas. Esto les permite mantener una mirada más precisa de lo que está sucediendo y de lo que está por venir, así como una productividad científica y tecnológica muy importante en la materia.
TSS – ¿Cuál es su postura sobre la necesidad de revertir la dependencia tecnológica?
Uno puede ser usuario de las tecnologías, que en muchos casos vienen del hemisferio norte con modelos que compramos y usamos, o se puede ser desarrollador o mejorador de las mismas. Pero si uno piensa y tiene el ideal de una relativa independencia tecnológica, hay que pensar en desarrollar. En la Argentina tenemos muchísimo conocimiento y desarrollo tecnológico en universidades y en otros institutos en relación con TICs y otras herramientas. Lo que está faltando es un poco de integración y de coordinación. El objetivo que nos propusimos es el de articular las iniciativas, intensificarlas y así generar un mayor valor agregado en la industria del agro. Y es el eje de razonamiento por el cual decimos que las TICs y la robótica tienen que ser una preocupación de la institución y del resto de los actores del sistema.
TSS – ¿Por qué se debería apostar por estas tecnologías?
El aporte de este tipo de tecnologías es significativo, desde lo que son sistemas y software de gestión de la producción, hasta lo que hoy llamamos agricultura de precisión, y un paso más, que es el de la robótica agropecuaria, que es emergente a nivel mundial. Además, la robótica es un gran traccionador tecnológico. Si pensamos en cualquier robot, desde un androide hasta un brazo robótico industrial, todos integran una gran cantidad de tecnologías y disciplinas, muchas de las cuales son investigadas y desarrolladas en la Argentina. Por este motivo, el desafío no es solamente tecnológico, sino institucional. Lo más difícil es integrar las iniciativas y ponerlas a trabajar juntas con una masa crítica, un presupuesto y un objetivo razonable. Históricamente, la robótica tuvo y tiene una presencia muy fuerte en la industria espacial y automotriz, aunque quizás son las que generan menos posibilidades locales. Las terminales automotrices, por ejemplo, tienen sus propios paquetes tecnológicos y allí resulta muy difícil integrar con valor agregado. Mi opinión es que hay un nicho por explorar en la robótica agrícola y agroindustrial, y que contamos con las capacidades necesarias, aunque muy dispersas.
TSS – ¿Cuáles son las principales dificultades para lograr estos objetivos?
Hay dificultades de orden económico, es decir, la robótica es cara. Pensar en un brazo robótico para una institución es costoso. Y hacen falta muchos brazos robóticos para que en muchas facultades los estudiantes empiecen a trabajar con eso. Hay pocos programas de estudio específicos en los distintos niveles educativos. Hay un largo recorrido por delante desde la educación hasta la industria. La Argentina tiene que iniciar un proceso largo, pero ese proceso tiene que comenzar con algunas metas, ideas y seleccionando algún nicho, porque no se puede ir por todo. La dificultar por ahora es de índole de planificación, de sentarnos en algunas mesas para debatir adónde vamos con esto y obtener los fondos para dar un puntapié inicial.
TSS – ¿Cuál ha sido la postura de la industria frente a este tipo de tecnologías?
Hay un sector de la industria de la maquinaria agrícola que se ha modernizado muchísimo, que ha incorporado elementos de agricultura de precisión, que es un paso previo hacia la robótica, pilotos automáticos, vehículos no tripulados y posicionamiento satelital. Un gran porcentaje de estas tecnologías son importadas, pero existen casos de producción local y que inclusive han podido exportar. Es el caso del cluster de maquinaria de Córdoba-Sante Fe que desarrolló sembradoras de precisión, fumigadoras autopropulsadas con banderillero satelital y tractores. La maquinaria agrícola es un sector que ha crecido mucho, que ha incorporado y desarrollado tecnología como el caso de los monitores de siembra y de rendimiento y la dosificación variable en sembradoras. Esto demuestra que es posible incorporar tecnología nacional en un sector importante para la Argentina, pero además con un mercado externo también interesante.
TSS – En un sector económico tan concentrado como el agropecuario, ¿cómo evitar que la generación de conocimiento y el desarrollo de tecnologías no reproduzcan ese modelo desigual?
Ese problema todavía no tiene respuesta. Cuando di una charla y hablé sobre robótica en Sudáfrica me dijeron que ahí ese tema no era bien visto porque tenían un 40 por ciento de desocupación. Esto me hizo pensar en la robótica, ¿para qué y para quién? Es el otro desafío que se relación con nuestra actual política estatal: dar valor agregado, apoyar a la agricultura familiar y a las Pymes, y estimular la industrialización del agro para la mayor cantidad de personas posible. Las grandes industrias y los grandes grupos tienen sus soluciones tecnológicas a mano, pero desde organismos como el INTA nosotros bien podemos pensar en aplicar estas tecnologías al segmento de las Pymes.
TSS – ¿Qué resultados han obtenido de la articulación con otras instituciones de investigación?
Hay mucho trabajo académico sobre robótica, pero el componente tecnológico está todavía pendiente. Todavía no hay grupos fuertes de tecnologías aplicadas ni recursos. Y lo que me parece más importante: no tenemos una estrategia a nivel país en estos temas. Las discusiones tecnológicas tienen que ser también sociales y políticas. Las tecnologías en sí mismas no sabemos a quién ayudan y todas las soluciones tecnológicas generan tantos problemas como los que resuelven. Por eso el debate de la robótica debe ser a una escala nacional. Tenemos que ser usuarios inteligentes y elegir que tecnología apoyar y cuáles no, y en todo caso, pensar en cómo vamos a usarlas para el beneficio de la sociedad y no para los generadores en origen de esas tecnologías.
TSS – ¿Qué límites encuentra en América latina a la hora de tomar decisiones estratégicas en tecnología?
En la región tenemos una historia común de dependencia cultural, científica y tecnológica. Y la prospectiva es un ejemplo de esto, aunque está cambiando. Podemos caer fácilmente en el copiado de aparatos y de tecnologías, pero también en el copiado de metodologías y en el seguimiento de tendencias que se muestran como “inevitables”. Muchas veces suponemos que los documentos de prospectiva que se generan en Europa, Estados Unidos y Asia son los que nos dicen hacia dónde va el mundo y desconocemos que a veces muchos de esos documentos son financiados por grandes corporaciones, que de esa manera construyen el futuro que les conviene. Si bien América latina presenta una disparidad de situaciones, tiene un denominador común de necesidades y expectativas de desarrollo y también cuenta con un capital humano y cultural muy importante para explotar. Tenemos que llevar nuestras inquietudes a los foros internacionales, porque quizás las soluciones que no podemos encontrar como institución o como país, las podemos encontrar en un esfuerzo comunitario.
15 abr 2014
Temas: Agro, Dependencia tecnológica, INTA, Robótica, TICs