Carlos Pomilio: «Queremos que nos dejen apostar al desarrollo científico del país»

El investigador del CONICET en el Instituto de Biología y Medicina Experimental, y especialista en enfermedades neurodegenerativas, habló con TSS sobre los desafíos en el diagnóstico de Alzheimer y cómo la desfinanciación a la ciencia amenaza la formación de nuevos investigadores.

Por Matías Ortale  
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Agencia TSS – Carlos Pomilio es licenciado y doctor en Ciencias Biológicas por la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigador del CONICET. Se desempeña en el Laboratorio de Neurobiología del Envejecimiento del Instituto de Biología y Medicina Experimental (IBYME), donde estudia enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el proceso de envejecimiento, con énfasis en la función de la microglía y el potencial terapéutico de fármacos. En esta entrevista, Pomilio habla sobre su línea de investigación, los desafíos del desfinanciamiento científico y qué lo motiva a seguir investigando pese a las dificultades.

¿Cómo llegó a la neurobiología?

La verdad, soy afortunado al decir que nunca dudé sobre estudiar esto. Desde muy chico quise ser biólogo, me interesó la biología celular e ingresé en la carrera ya muy decidido a dedicarme a la neurobiología. Todavía recuerdo que unas amigas me habían comentado que había un cartel pegado en un ascensor de la facultad, estaban buscando un estudiante para trabajar en neurobiología del Alzheimer en un laboratorio. Escribí a quien ahora es mi directora, la doctora Flavia Saravia, y desde entonces estoy trabajando en esta línea. Me interesa aportar conocimiento, que es básicamente lo que los científicos hacemos, y al mismo tiempo sentir que eso aporta a la solución de un problema concreto y complejo como es la enfermedad de Alzheimer. Es una enfermedad que al día de hoy no tiene una cura eficiente y en buena medida la razón es porque todavía no terminamos de entender exactamente qué es la enfermedad en términos moleculares y celulares.

¿Qué mito sobre el Alzheimer le gustaría desterrar?

Que el Alzheimer es solo pérdida de memoria. Esa es la imagen que todos tienen, pero la realidad es mucho más compleja. Hay pacientes que tienen problemas en la asociación de conceptos, les preguntás cómo se llaman y responden con su edad, o no pueden llevar a cabo tareas específicas que antes hacían sin pensar. Y también mencionar que no todo deterioro cognitivo es Alzheimer. Algunos de estos síntomas pueden aparecer por estrés, ansiedad o depresión, y en esos casos son reversibles. Esa distinción es fundamental porque hay gente que se aterroriza pensando que tiene Alzheimer cuando en realidad está atravesando un momento difícil que puede tratarse de otra manera.

¿Cómo llegó a trabajar con la microglía?

Yo venía trabajando en Alzheimer y microglía (células que actúan eliminando otras muertas, proteínas dañadas y otros desechos en el cerebro), tratando de entender qué mecanismos se activan en la microglía en el contexto de la enfermedad. Ahora pasamos a estudiar cómo corregir esos mecanismos patológicos, que es donde entra el trabajo con fármacos. El conocimiento es una cadena de trabajo y de saberes. Nadie se levanta un día y dice «voy a descubrir esto». Es un trabajo encadenado de lo que leíste, de lo que hicieron otros, y vos aportás un granito más de arena.  

¿Por qué la microglía es tan importante en el Alzheimer?

Trabajamos con la microglía porque tiene una doble cara en la patología del Alzheimer. Hay quienes plantean que se puede pensar como una enfermedad autoinmune, en el sentido de que la microglía termina reaccionando contra el propio organismo. No es una enfermedad autoinmune en el sentido clásico porque no hay un patógeno que eliminar, pero sí es una microglía que tiene un comportamiento agresivo. Por eso, nosotros decimos que la microglía tiene una doble cara: dejan de cumplir sus funciones protectoras normales, que ayudan a la neurona a cumplir su rol, y adquieren funciones patológicas. El tratamiento de una enfermedad compleja como el Alzheimer no lo podemos resolver interviniendo en una única cosa porque pasan demasiadas cosas.

«El tratamiento de una enfermedad compleja como el Alzheimer no lo podemos resolver interviniendo en una única cosa», dice Pomilio.

¿La enfermedad tiene un componente hereditario?

Están el Alzheimer esporádico y el familiar. Este último es hereditario, causado por mutaciones genéticas muy puntuales. En esos casos, las familias ya suelen estar identificadas. Pero eso es un porcentaje muy menor. El gran grueso, más del 95% de los casos, es el esporádico. Este se cree que está asociado a una mezcla de predisposición pero no determinación genética. Algunos genes sí predisponen más o menos, pero no lo determinan. Podés tener las variantes genéticas de riesgo pero eso no significa que vas a tener la enfermedad.

¿Cómo deberíamos pensar el Alzheimer en una sociedad que envejece cada vez más?

Vamos a tener una sociedad donde la gran mayoría de la gente va a llegar a los 75-80 años y eso nos obliga a repensar cómo abordamos el envejecimiento. No se trata solo de prevención individual (alimentación sana, actividad física, control del estrés), sino de entender el envejecimiento como un fenómeno colectivo. La interacción social, el acceso a salud de calidad, el cuidado comunitario, todo esto juega un rol fundamental en cómo envejecemos y qué riesgo tenemos de desarrollar estas enfermedades.

Es investigador pero también docente, ¿cómo se complementan esas dos facetas?

Hago mucho trabajo docente en la UBA y siempre digo que ese trabajo me permite hacer más y mejor investigación. Si solo hiciera investigación, llega un momento donde la cabeza te explota, te quema. No puedo estar 20 horas al día pensando en cómo hace la microglía para dejar de producir citoquinas. El contacto con personas, hablando de temas relacionados con lo que enseño pero que no son exactamente lo mismo, es un aire fresco que me permite hacer mejor mi trabajo. En algún momento de mi carrera sentí la necesidad de diversificar el tipo de trabajo intelectual que hacía. Por eso cursé una maestría en política científica: me interesa abordar la ciencia más allá de lo que hago en el laboratorio, como producto de la cultura humana, como factor de desarrollo de las sociedades, como trampolín para el crecimiento no solamente del conocimiento sino de la economía, de la cultura, del bienestar social de los países.

¿Cómo está afectando la desfinanciación de la ciencia en su laboratorio?

Es algo que afecta y que va a afectar también a la siguiente generación de científicos. Ya pasó acá en la Argentina en los ’90. Para poder repatriar a los científicos que se fueron en esa época hizo falta una política muy activa. No está bueno que, habiendo resuelto ese problema, estemos otra vez hoy en lo mismo. Más allá de lo económico, todo este desfinanciamiento va de la mano de un desprestigio. A nosotros, como científicos, y hago una autocrítica, nos ha resultado muy cómodo durante muchos años estar trabajando en el laboratorio mirando a través del microscopio y no teniendo que explicar a nadie la importancia de lo que hacemos. Toda esta situación nos obliga a salir de nuestra zona de confort. Tenemos que decirle a la gente que estamos trabajando en temas importantes, con recursos argentinos, lo estamos haciendo con personas formadas en nuestras universidades, a partir de lo que aprendimos acá, y el mundo nos está reconociendo esto. Nosotros sabemos investigar y lo que queremos es que nos dejen hacer eso. Que nos den los recursos para poder hacerlo dignamente.

Pomilio (segundo desde la izquierda), junto a parte del grupo de investigación que lidera en el IBYME.

¿Con su grupo tienen colaboraciones internacionales y diálogo con otros equipos de investigación?

Hace menos de tres semanas venimos de un congreso en el exterior, el congreso de la Sociedad Internacional de Neuroquímica, que se hizo en Nueva York. De nuestro laboratorio fuimos cuatro miembros para presentar nuestro trabajo. En ese sentido, siento que estamos muy bien, que tenemos mucho para dar y que queremos darlo también. Por eso, también creo que ocurren muchos reclamos y protestas en el sector. Tenemos mucho para darle a la sociedad y queremos que nos dejen apostar al desarrollo científico del país, al reconocimiento del exterior, a poner a la Argentina en los niveles más altos de renombre en la solución de estas cosas. El laboratorio funciona gracias al trabajo nuestro y al aporte de un montón de chicos que se están formando, capacitando y perfeccionando en este camino de aprendizaje constante que es la neurobiología. Creo que con eso logramos compensar algo del impedimento material y uno lo ve cuando vas afuera del país y ves el nivel de valoración que tiene la ciencia argentina. Lo mucho que podemos hacer con lo poco que tenemos.

¿Pensó en algún momento en irse del país?

Siempre he tenido la firme convicción de que no quiero irme. Siento un compromiso muy fuerte con devolverle al país lo que me ha dado y me considero un privilegiado de poder dedicarme a esto, aunque tengo claro que no quiero hacerlo de cualquier manera. Si eventualmente no puedo hacer investigación acá, haré otra cosa que me permita aplicar lo que yo sé hacer dentro del país. A menos que la situación sea tan drástica que no me genere otra opción. Hoy en día no me quiero ir. Yo ya estuve viviendo un tiempo afuera, hice una pasantía, y me costó un montón lo cultural. Me costó un montón el desapego no solamente personal, sino con la forma de ser que tenemos nosotros.

¿Qué lo motiva a seguir investigando?

Mi trabajo es divertido, a mí me gusta. A veces estoy en casa a las dos de la madrugada, se me ocurre una idea y necesito escribirla porque es emocionante. Hay un valor muy personal en lo que uno hace: lo que ves publicado es algo que vos escribiste, que surgió de una idea tuya, que estuvo en tus manos en esos experimentos. Pero ese diferencial también tiene su lado negativo. En otros tipos de trabajo vas, cumplís tus ocho horas, después estás en tu casa y sos otra persona. Acá se corre el riesgo de que se pierda un poco el límite entre quién sos como científico y quién sos como persona. Por eso es muy importante armarse de herramientas que te permitan que esas dos facetas convivan de forma armoniosa.


03 oct 2025

Temas: Alzheimer, Cerebro, CONICET, IBYME, Neurobiología, UBA

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