Silvia Rivera es una de las fundadoras de la Red de Ética Científica y Tecnológica. En diálogo con TSS sostuvo que tan importante como pensar en qué tipo de desarrollo queremos es reflexionar y definir quién decide su rumbo.
Agencia TSS – ¿Qué dirección debería tomar el desarrollo tecnológico y científico en la sociedad, buscando qué fines y con qué objetivos?, ¿quién o quiénes definen ese rumbo y cuál es el rol de científicos, investigadores y tecnólogos en este procesos?
Esas y otras cuestiones éticas vinculadas al conocimiento científico y tecnológico en países como la Argentina son el foco de estudio de Silvia Rivera, profesora de las universidades nacionales de Lanús (UNLA) y de Buenos Aires (UBA), asesora del comité de ética de la CeSac 24 -un centro asistencial ubicado en Villa Soldati, en la Ciudad de Buenos Aires-, y una de las principales promotoras de la creación de una Red de Ética en Ciencia y Tecnología (RECyT), que ya está formalmente constituida: fue presentada a principios de noviembre en la UNLA y abrió sus puertas a otras instituciones interesadas que se dediquen a estos temas, ya sea desde el ámbito académico o no.
En diálogo con TSS, esta filósofa que participó durante más de diez años en el comité de ética del Hospital de Pediatría Prof. Dr. Juan P. Garrahan y de la Subcomisón de ética de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), se refiere a la importancia de pensar el desarrollo tecnológico y científico de manera colectiva y de definir el rumbo de estos desarrollos con la participación conjunta de todos los sectores de la sociedad.
TSS – ¿Cuál es el objetivo fundacional de la RECyT, que hoy está integrada por la UNLA, la Universidad de Ciencias Sociales y Empresariales (UCES) y la unidad de bioética de la Universidad de la República del Uruguay?
Creamos esta red como un espacio integrador, democratizante y rizomático. Dimos el puntapié inicial, pero nuestra intención es que se difunda, que tenga sus propios nodos, con el objetivo de establecer unmodelo alternativo para pensar la ciencia y la tecnología, porque hay un modelo de bioética estándar que adolece de algunas importantes falencias.
TSS – ¿Como cuáles?
Por empezar, está muy orientado a lo biomédico, cuando la investigación científica y tecnológica también se vincula con otras disciplinas, como las tecnologías sociales, humanísticas y artísticas. Por otro lado, es cómplice de un cientificismo epistemológico, es decir, cree que la ciencia es neutral, y si la ciencia es neutral, entonces la vinculación con la ética aparece solo en el momento de innovación tecnológica, para gestionar posibles impactos. Por el contrario, yo creo que hay que empezar mucho antes, hay que pensar qué tipo de profesional vamos a formar, qué temas vamos a investigar, para qué y para quien…

TSS – Claro, hoy también hay desarrollos pensados para revertir dichos impactos…
La metáfora del impacto es perversa, porque se puede gestionar el impacto de un meteorito, por ejemplo, de una fuerza natural que genera algo que no se puede controlar, pero la ciencia y la tecnología la hacemos nosotros, es un producto humano. Entonces, no tenemos que pensar en el impacto, tenemos que producirlas de modo tal que den los resultados que esperamos. No es algo inevitable, no es una fuerza natural que nos avasalla, esa es la trampa del cientificismo: la ciencia es como un bólido que corre y nosotros vamos corriendo atrás y protegiéndonos de posibles secuelas. No, la ciencia y la tecnología las hacemos nosotros y podríamos producirlas en un sentido diferente.
TSS – ¿Habría que tener en cuenta antes los impactos negativos que se quieren evitar, contra el medioambiente o las poblaciones, por ejemplo?
Más que eso, hay que pensar qué queremos producir, para que dé qué resultados positivos, a nuestro juicio. Pero para saber si son positivos o no, tenemos que pensar primero quién establece qué es positivo y qué no: ¿un grupo de expertos, un grupo de profesionales? Yo creo que tenemos que democratizar el debate en torno a los fines y objetivos de la ciencia, y eso es una cuestión ético política. Entonces, esta red es de ética, pero no considera la bioética tradicional sino una ética entendida como contracara de una política científica, que se ocupa básicamente de democratizar el debate acerca de los objetivos valiosos de la ciencia y de incluir a la ciudadanía en el debate. Creo que ese es el objetivo más importante… No es una bioética de expertos, no se reduce al ámbito biomédico y no escinde ética y política. ¿Y cómo se escinde ética y política?, haciendo de la ética una cuestión meramente procedimental, es decir que se determine que algo es ético porque sigue cierto procedimiento acorde a un protocolo… Estas son decisiones a nivel teórico y práctico que pueden modificarse para construir un espacio alternativo al que se pueden ir sumando muchas instituciones y actores.
TSS – ¿Podrías ampliar la definición de ética, tal como la entienden en la red?
La ética a veces se confunde con moral. La moral es un sistema de reglas, normas que aprendemos y no cuestionamos. La ética, en cambio, es un trabajo de revisión de pautas, de normas y valores que nos han enseñado y que habitualmente reproducimos sin cuestionamiento ni crítica. Por supuesto, tenemos una moral personal y podemos tener una ética que revisa esas pautas obtenidas, pero acá estamos en el terreno de la moral profesional, ¿qué valores y pautas nos han enseñado mientras nos formaban como profesionales? El desafío ahora es trabajar críticamente, revisando esas pautas y decidiendo si las elegimos o no, pero de manera consciente. Si las transformamos, entonces la ética sería esta revisión crítica de todas estas pautas que a nivel moral se nos han ido pegando, porque la moral es como una segunda piel, nos parece natural porque la hemos aprendido a lo largo de nuestra formación.

y de definir el rumbo de estos desarrollos con la participación conjunta de todos los sectores de la sociedad.
TSS – ¿En ese sentido, qué cuestiones éticas trascienden al quehacer científico y tecnológico?
¿La ciencia es un bien público o privado?, por ejemplo. Al conocimiento lo estamos tramitando como un bien privado, hay empresas privadas que sacan patentes y establecen condiciones. Pero si creemos que el conocimiento es un bien público, entonces todo cambia. Ahí es cuando antes cambiamos la mirada, el pensamiento, los valores. Además, si el conocimiento es un bien público, entonces tenemos que tender a una apropiación social de conocimiento… no habría patentes, ni regalías; no habría negociaciones con las empresas porque es la propia comunidad la que se estaría haciéndose cargo de orientar el proceso de valoración del conocimiento, de acuerdo a valores comunitarios, sociales y solidarios.
TSS – ¿Cuál debería ser el rol de investigador o científico en estas prácticas?
Creo que los investigadores son parte, no hay que ver a la comunidad y a los investigadores por separado, y a los investigadores trabajando para la comunidad como algo raro. Los investigadores somos parte de la comunidad. Hay que trabajar en esa interacción.
TSS – ¿Por eso el proyecto busca tender un puente entre el análisis teórico y la práctica?
Sí, y de generar conocimientos a partir de esa práctica. Lo que hicimos en el centro de salud no fue planeado previamente sino que surgió luego de un tiempo de estar trabajando allí… se generó conocimiento gracias a compartir con los propios actores. No fui con mi idea y les dije qué les podía servir, ni siquiera se trata de pensar qué les puede servir, porque no lo sé, tengo mi representación, pero no vivo en ese barrio, no comparto su cultura, la respeto pero no estoy formada en ella. Entonces, siempre está esta trampa entre lo que nosotros pensamos que el otro necesita. Por eso, no hay nada mejor que ir y trabajar codo a codo con el otro. Es ahí adonde va surgiendo conocimiento.
TSS – ¿Por qué empezaron con salud?
Porque fue nuestro punto de partida y porque la bioética está mucho más consolidada en el área de salud. Pero uno de los desafíos de la RECyT es expandirla a otros ámbitos e ir generando nuevos espacios.
01 dic 2014
Temas: Bioética, Ética, RECyT, Silvia Rivera, UNLa