Fábrica de gusanos

Investigadores de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA usan larvas de insectos para obtener una proteína destinada a fármacos de uso veterinario. El hallazgo está listo para ser probado en ratones y convertirse en un producto comercial.

Vanina Lombardi  
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La producción de seda es tradicional en países como China, Japón e India. Por eso, allí tienen gran experiencia en el cuidado de los gusanos que fabrican esta suave fibra, tanto que hasta han logrado modificar genéticamente a estos insectos para que produzcan hilos de colores. Y aún más, pues hay quienes lograron obtener de ellos algo muy diferente: proteínas, capaces de ser empleadas en la elaboración de medicamentos de uso veterinario. Tal es el caso, por ejemplo, de Virbagen Omega, un producto desarrollado por el laboratorio francés Virbac: un interferón-omega felino que se usa para disminuir los síntomas y prolongar la supervivencia de gatos infectados con el virus felino del herpes, calcivirosis, peritonitis, leucemia e inmunodeficiencia, entre otros casos.

El proceso para lograrlo es novedoso y complejo. “Un baculovirus es un virus que está en la naturaleza, que infecta larvas de insectos y, al hacerlo, produce una gran cantidad de poliedrina, que es una proteína propia del virus. Entonces, alguien que hace biotecnología pensó en lo interesante que sería poder obtener ese gen de poliedrina y hacer que el virus, en vez de producir esa proteína, produzca otra de interés. Eso permite tener una fábrica de proteínas que está basada en un insecto”, explica María Victoria Miranda, de la cátedra de Biotecnología de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Según Miranda, “como el gen es puesto adentro del genoma viral, se habla de baculovirus recombinante, porque lleva información que no tiene naturalmente y que, cuando infecta a la larva, entre todo lo que hace, también produce la proteína que al investigador le interesa, que luego se purifica y se usa para la aplicación que se desee”.

Rachiplusianu (oruga medidora), muy conocida por los productores sojeros, que se ven amenazados por estos pequeños insectos
capaces de convertirse en plagas para sus campos.

En la Argentina, la producción de gusanos de seda (Bombyx mori) es pequeña y artesanal, destinada al sector textil. Pero en América latina predominan otros gusanos que pueden calificar para estos emprendimientos en la búsqueda de nuevos fármacos. Tal es el caso de la denominada Rachiplusianu (oruga medidora), muy conocida por los productores sojeros, que se ven amenazados por estos pequeños insectos capaces de convertirse en plagas para sus campos.

¿Podrían estas larvas producir ese medicamento para gatos de manera similar a lo conseguido con los gusanos de seda? Esa fue una de las preguntas que motivó al equipo de Miranda, que teniendo además en cuenta que los interferones felinos disponibles en el mercado nacional son muy costosos -ya que son los mismos que se utilizan en humanos y se producen por tecnología recombinante (es decir, que modifica el ADN)-, se dedicó a estudiar a estos insectos durante años, hasta hallar una respuesta satisfactoria y que fue reconocida con un premio Innovar 2013.

“Nos parece interesante porque no es algo conocido y el sistema tiene potencial”, afirma la doctora en biotecnología y comenta que, si bien la investigación ha logrado resultados satisfactorios, lo siguiente sería probarlos en ratones y posteriormente en gatos. Para ello, “lo ideal sería que haya una empresa interesada, pero no salimos a buscarla porque queríamos avanzar un poco más y llevar un desarrollo más acabado, para hacerlo más atractivo a la industria”, recuerda Miranda y concluye: “Como no teníamos ningún tipo de subsidio que nos permitiera contratar un servicio de terceros de buen nivel, entonces decidimos esperar”.