¿Cómo evaluar una tecnología?

¿Cuáles son las ventajas y los riesgos de una innovación? Dos especialistas en evaluación tecnológica del Instituto de Tecnología de Karlsruhe hablaron con TSS sobre cómo lograr procesos de desarrollo responsables y sostenibles.

Vanina Lombardi  
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Agencia TSS – Con mayor o menor velocidad, la incorporación de tecnologías en diversos ámbitos se expande en todo el mundo. Si bien los avances en áreas como automatización, nanotecnología y biogenética no reconocen fronteras geográficas, cada sociedad las implementa de maneras diversas, las acepta o las rechaza de acuerdo a sus valores y costumbres.

Este tipo de cuestiones son las que estudian Miltos Ladikas y Julia Hahn en el Instituto de Evaluación de Tecnología y Análisis de Sistemas (ITAS) del Instituto de Tecnología de Karlsruhe (KIT), en Alemania. Para eso, se basan en metodologías de evaluación tecnológica (ET), un campo de estudio multidisciplinario que abarca una amplia variedad de aspectos y que establece lineamientos de políticas científicas y tecnológicas para lograr desarrollos responsables y sustentables.

“El desarrollo tecnológico es global, como en el caso de las TIC, que sin embargo se aplican y se usan en diferentes contextos a nivel local”, afirma Hahn, especializada en estudios culturales, quien destaca que “ahí reside el verdadero desafío de la ET: en escalar a un nivel global cuando se evalúan las innovaciones, pero también con foco en los debates nacionales específicos que generan”.

Según su colega Ladikas, especializado en psicología social, la forma en que cada tecnología se desarrolla en un lugar u otro, así como el modo en que cada sociedad se apropia de ella, es completamente diferente puesto que cada una tiene un sistema de valores distinto. Así, los problemas y riesgos de una determinada innovación pueden ser diferentes. “Hemos analizado debates en torno a tecnologías en Europa, China e India, en los que observamos cómo el sistema de valores y la cultura influencian la discusión”, dice Ladikas.

La ET no solo se vale de estudios de percepción pública, sino también de documentos oficiales y hasta de la Constitución misma de los países, puesto que “allí se establecen los valores que determinan qué significa ser de una nacionalidad u otra”, afirma Ladikas y ejemplifica: “Los chinos pueden decir que su valor principal es lograr armonía y paz. En India, en cambio, se destaca el acceso y la equidad, que es algo más entendible desde nuestra perspectiva occidental. Aunque, eventualmente, logramos encontrar un lenguaje común para interpretar estos valores, hay distintos puntos de vista y se necesita mucho tiempo e intercambio para entenderlo”.

La evaluación de tecnología busca establecer lineamientos de políticas científicas y tecnológicas para lograr desarrollos
responsables y sustentables.

Los distintos puntos de vista también se hacen presentes en los grados de desarrollo de cada país. “Uno de los objetivos principales de los países en desarrollo es, justamente, el desarrollo. En cambio, los países desarrollados no tienen esa prioridad, pero sí necesitan mover la economía, entonces el argumento económico es importante, pero no en términos de acceso, porque, si hay una nueva droga, vamos al sistema de salud y todos podemos tenerla. Pero en un país como India no es así. Entonces, ellos quieren este desarrollo tecnológico para la salud, pero también están preocupados en cómo esta tecnología se traduce en el acceso individual”.

Participación en la agenda política

Desde los años 90, el ITAS tiene a su cargo la oficina de ET del Bundestag, el Parlamento alemán. Por eso, uno de los principales objetivos de estas investigaciones es elaborar sugerencias para la toma de decisiones en ámbitos de gestión de la tecnología y políticas tecnológicas e industriales. Esto hace que los temas se analicen a pedido y, aunque resulta “muy difícil” establecer el vínculo entre los reportes producidos y las decisiones políticas que finalmente se toman, Hahn y Ladikas destacan que son siempre un apoyo para la decisión de los legisladores.

Según Hahn, para un proceso de ET “se necesitan diferentes tipos de conocimiento, no solo el experto, sino también el de ciudadanos y grupos o actores interesados. Esto permite tomar una mejor decisión final, que usualmente es tomada en los niveles políticos”.

Por eso, existen distintos tipos de ET, como la que trabaja con desarrolladores de tecnología y actores interesados, no solo evaluando qué pasa cuando un producto llega al mercado, sino durante las distintas etapas del proceso de desarrollo, en los que la instancia de discusión puede variar. Según Ladikas, “por diversas razones, puede que no sea necesario comenzar un debate público, tal vez porque es algo muy nuevo o técnico”, y, en ciertos casos, sí amerita iniciar esa discusión, “si el tema tiene una sensibilidad social particular”.

“Se necesitan diferentes tipos de conocimiento, no solo el experto, sino también el de ciudadanos y grupos o actores
interesados. Esto permite tomar una mejor decisión final, que usualmente es tomada en los niveles políticos”, dice Julia
Hahn, en la foto junto a Miltos Ladikas.

Ambos especialistas advierten sobre la importancia de que las empresas se involucren con este tipo de análisis, aunque reconocen que son las que menos los solicitan, ya que suelen basarse en sus propias investigaciones que, muchas veces, se fundamentan en sus intereses económicos. Por eso, muchos productos son lanzados al mercado sin esperar análisis o estudios de riesgo que pueden demorar años en ofrecer resultados confiables. De todos modos, Hahn considera que esto es un desafío para el sector productivo, puesto que “si la tecnología o el producto no funciona y la gente lo rechaza, entonces pueden sufrir una pérdida mayor”.

Hacia una red global de evaluación tecnológica

Además de los aspectos culturales, los investigadores afirman que en el debate sobre la tecnología también influye el sistema político. “En Europa tenemos instituciones de ET que organizan muchas acciones orientadas a la participación de la sociedad, y hay otras dirigidas a los cuerpos parlamentarios”, ejemplifica Hahn.

“¿Podría una organización hacer una ET global y tomar contacto con los diferentes países para formar una red con experiencias diferentes?”, se pregunta Hahn y agrega que, en busca de una respuesta, sumaron a organizaciones de diversos países a la iniciativa del ITAS, no solo en Europa —donde actualmente hay 245 institutos que trabajan en esta temática—, sino también en otras regiones del mundo. En América Latina, por ejemplo, Brasil ya se unió a esta iniciativa y Hahn se entusiasma con la posibilidad de que la Argentina también lo haga, tras haber comenzado a difundirla invitados por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), a fines del mes pasado. “La colaboración podría ser interesante”, destaca la especialista.

“Si queremos un desarrollo socialmente sostenible y con una mirada inclusiva y de largo plazo, son necesarios trabajos en ET como el que estamos haciendo en Europa”, subraya Ladikas y concluye: “La ET funciona muy bien porque la gente confía en la posibilidad de contar con conocimiento independiente y multidisciplinario de muy buena calidad, que no esté ligado a ideologías políticas, intereses y lobbies, porque los políticos tienen sus propios contactos y hay mucha influencia de la industria. Un buen político siempre va a pedir fuentes de información independientes”.