Los drones son las “estrellas” tecnológicas del momento. Su empleo se multiplica, suscitando entusiasmo y temor. ¿Qué son realmente estos artefactos y cómo pueden incidir sobre la industria local? Por Natasa Loizou y Carlos de la Vega
¿Qué son los drones?
El término “drones” hace referencia de modo genérico a vehículos no tripulados, aunque usualmente se lo asocia a aeronaves sin piloto. Una traducción literal del inglés al español, “drone” equivale a “zángano”, en alusión al macho de las abejas.
El término drone se suele usar como sinónimo de “vehículo aéreo no tripulado” (unmanned air vehicle – UAV en inglés, o VANT en español). Sin embargo, la denominación hace referencia a todo vehículo que no precisa de tripulación para ser controlado o llevar adelante una misión. Los VANT son básicamente sistemas robóticos dirigidos a distancia por “pilotos” ubicados en una estación terrena, o autónomamente siguiendo una misión previamente programada. En realidad en un mismo vuelo suelen combinarse ambas instancias.
Actualmente existen alrededor de 56 tipos de VANT, los cuales, tomando como base un esquema simplificado de la clasificación elaborada por la OTAN para estos vehículos, se pueden dividir en tres grandes categorías con algunas subclases:
CLASE |
CATEGORIA |
CARGA ÚTIL |
TECHO OPERATIVO |
PROPULSIÓN |
RANGO OPERACIONAL |
AUTONOMÍA |
EJEMPLO |
Clase I |
Pequeño |
Hasta 10 kg |
Cerca de los 2.000 m |
Generalmente motor eléctrico |
Hasta 50 km |
30 minutos aprox. |
Aladin Eagle Raven Strix |
Clase II |
Medianos |
Entre 50 y 100 kg |
Cerca de los 5.000 m |
Generalmente motor a pistón |
Hasta 200 km |
Hasta 12 hs aprox. |
Hermes 450 Ranger Aerostar |
Clase III |
MALE (medium altitude, long endurance). Altura media y gran autonomía |
Entre 250 kg y 500 kg |
Cerca de los 10.000 m |
Generalmente motor a pistón o turbopropulsor |
Entre 500 km y 1.200 km |
Más de 20 hs. |
Predator Hermes 900 Heron |
HALE (hight altitude, long endurance). Altura elevada y gran autonomía |
Más de 1.000 kg |
Cerca de los 20.000 m |
Turbina |
Más de 20.000 km |
Cerca de 36 hs |
Global Hawk |
La clasificación precedente hace referencia únicamente a los VANT de alas fijas (aviones), pero no a los de alas rotativas (helicópteros, cuadricópteros, etc.), que normalmente se encuentran dentro de los drones de tamaño pequeño o, a lo sumo, mediano.
Simplificando un poco, un sistema de VANT típico consta de tres elementos: las aeronaves, la estación terrestre de control y el equipamiento de soporte logístico. El primer componente –las aeronaves– son, en general, entre 2 y 4 por estación terrena y el soporte logístico consta de los elementos necesarios para la operación de los vehículos y de su unidad de control terrestre, sean repuestos, accesorios, combustible, etc.
A su vez, cada una de las aeronaves está conformada por una serie de subsistemas, entre los que se destacan: (a) el vehículo propiamente dicho, con su respectiva estructura y propulsión; (b) los sensores (cámaras giroestabilizadas, sean para visión diurna y/o nocturna; infrarrojos; radares); (c) las comunicaciones (VHF y/o comunicaciones satelitales); y (d) el subsistema de guiado y control.
Los componentes de los vehículos no tripulados implican varias tecnologías de elevado nivel de desarrollo, haciendo de ellos sistemas complejos. El corazón del valor de los sistemas VANT, no sólo en términos monetarios, sino también de utilidad, no está precisamente en la aeronave en sí, ya que en general se trata de aviones subsónicos que emplean aerodinámica, estructuras y materiales bien conocidos, sino en los subsistemas que llevan en su interior, especialmente todo lo relacionado a sensores, comunicaciones, guiado y control, y propulsión.
¿Qué aplicaciones tienen?
En general, se puede decir que todas aquellas misiones que resultan costosas, desagradables o peligrosas para el ser humano pueden ser una buena oportunidad de aplicación de los vehículos no tripulados. Aunque éstos fueron originalmente pensados para su empleo en misiones militares, en la actualidad su uso se amplió a numerosas tareas civiles.
Con referencia a sus aplicaciones militares, la posibilidad de realizar las misiones mencionadas de modo ágil, con bajísimo riesgo en términos de vidas humanas, en forma más económica y con un alto grado de adaptación al contexto, brindando a la estrategia militar nuevas formas de despliegue táctico y operacional, ha determinado la buena recepción que viene teniendo la incorporación de los VANT en la planificación militar contemporánea de las principales potencias.
En el ámbito civil, las aplicaciones de estos sistemas van desde el monitoreo ambiental y climático, hasta las tareas de búsqueda y salvamento en zonas de catástrofe, pasando por el control de incendios forestales, de tráfico urbano, oleoductos y líneas de alta tensión, seguridad ciudadana, fiscalización y control de obras y catastro, fumigación aérea, transporte de carga aérea, servicio de telecomunicaciones, calibración de sistemas de radionavegación, etc. En muchos casos, la incorporación de los VANT en el ámbito civil, tanto público como privado, se fundamenta en la accesibilidad al mercado de estos sistemas, su bajo costo económico de compra y mantenimiento, así como su efectividad en las misiones a cumplir.
Es recién a partir de la década de 1960, con la revolución de la electrónica, que el desarrollo de los VANT comienza a experimentar una acelerada evolución, impulsada principalmente por los Estados Unidos y, desde 1980, también por Israel.
Reconocidas sus capacidades a nivel mundial, los VANT se han vuelto el nuevo objeto de deseo de las Fuerzas Armadas de muchos países, siendo su incorporación también estudiada y anhelada por las Fuerzas de Seguridad. El Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (International Institute of Strategic Studies – IISS), en un diagnostico global realizado en 2012, identificó el uso activo de más de 800 VANT en 11 países: los Estados Unidos, Israel, India, Turquía, Francia, Alemania, Gran Bretaña, China, Irán, Italia y Rusia.
¿Qué lugar ocupan en las industrias tecnológicas modernas?
En un reciente artículo (“El desafío de los drones”, Página/12, 3/07/2014), la ex ministra de defensa Nilda Garré pone de relieve con gran pertinencia la dimensión económica e industrial de los drones. Es bueno retomar y ampliar esta perspectiva.
Desde un enfoque empresarial global, la Asociación Internacional de Sistemas de Vehículos No Tripulados (Association for Unmanned Vehicle Systems International – AUVSI) registra 2100 miembros fabricantes de VANT de uso militar y civil radicados en 60 países. Obviamente, no todos los desarrollistas y fabricantes forman parte de esta organización, con lo cual el número real probablemente sea mayor al indicado. Aunque la cifra de países productores es bastante alta, la mayoría carece de la capacidad necesaria para desarrollar este tipo de tecnología, producirla y comercializarla en una escala y con una complejidad relevante.
Más allá de que haya una miríada de países en el mundo que deseen tener sus propios desarrollos en este terreno, lo cierto es que actualmente los líderes absolutos son los Estados Unidos e Israel, dado que son las dos únicas naciones con equipos ampliamente probados en teatros operacionales reales. En su gran mayoría, el resto de las naciones tienen vehículos aún experimentales. Mientras que los Estados Unidos vende sus VANT con un criterio en donde las consideraciones políticas suelen primar sobre las mercantiles, Israel ha salido al mundo a ofrecer sus equipos en forma masiva, aunque sin descuidar tampoco quiénes serán los usuarios finales de los mismos.
La consultora norteamericana Frost & Sullivan ha calculado las exportaciones israelíes de VANT, para el período 2006-2014, en 4600 millones de dólares. La industria genera además en Israel 3000 puestos de trabajo directo y varias decenas de miles más indirectos (“The politics of Israel’s UAV Industry”, Israel Defense, 26/03/2014). Frost & Sullivan también estima que el volumen de mercado para los VANT en todo el mundo ascenderá para el período 2011-2020 a 61.000 millones de dólares. La brecha entre los líderes del sector y el resto de los países que desean tener una participación en este nuevo mundo que se abre es enorme, aún incluyendo a China como el tercer actor que va ingresando al mercado.
El actual panorama de incremento de la demanda, aumento de los potenciales oferentes y los pocos productores actuales relevantes se parece al de la aviación tradicional antes de la mitad del siglo XX, cuando pulularon los desarrolladores y fabricantes de aeronaves, a pesar de que existían ya líderes claros. Con el tiempo, este tipo de industrias de alta tecnología tiende a consolidarse a nivel mundial en torno a unas pocas empresas, mientras las barreras de ingreso al mercado se elevan significativamente. El estado actual de cosas en el sector de los VANT a nivel internacional es una oportunidad extraordinaria para que países de desarrollo medio como la Argentina ocupen una posición atractiva. La ventana de oportunidad no estará abierta mucho más de un lustro y sería conveniente no dejarla pasar como ocurrió en décadas pasadas con la aviación tripulada.
Si bien excede el presente artículo la posibilidad de presentar un panorama de precios, lo cierto es que en el mercado de la defensa de alta tecnología los precios son por demás relativos. La magnitud de los contratos, la imperfección de los mercados, las condiciones de las adquisiciones, las asociaciones estratégicas entre gobiernos y/o empresas y las consideraciones políticas, son las que finalmente determinarán las cifras reales, y muchas veces hasta el hecho mismo de poder concretar o no la operación.
¿Y por casa?
En nuestro continente, 14 países latinoamericanos poseen VANT, entre ellos la Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Venezuela, México, Perú, Panamá, Ecuador, Uruguay, Costa Rica, El Salvador, Trinidad y Tobago, y Belice. La mayoría de esas aeronaves son Clase I, aunque hay algunas Clase II.
Los VANT que operan en la Argentina son principalmente Clase I. En lo civil, se están empleando para filmaciones deportivas o de espectáculos y para agricultura de precisión, mediante aerofotometría o el apoyo a la aplicación de herbicidas y fertilizantes. En temas de seguridad, se están haciendo algunos intentos en ciertas jurisdicciones, como el publicitado caso del Municipio de Tigre, pero la verdad es que no han prosperado mucho, entre otras cosas por la falta de un marco jurídico específico que los regule. En el mundo militar, el Ejército ha desarrollado y producido el Lipan, un avión no tripulado para reconocimiento aéreo e inteligencia con una capacidad de carga útil de 20 kilogramos, un alcance de 40 kilómetros, una autonomía de vuelo de 5 horas, un techo operativo de 2000 metros de altura y una velocidad máxima de 170 kilómetros por hora.
En la Argentina, también existen algunas PYMES que están intentando desarrollos propios. La más destacable hasta la fecha fue la empresa cordobesa Nostromo Defensa, que desafortunadamente quebró hace dos años al no lograr concretar la venta al Ministerio de Defensa sus VANT Clase I. Como lo atestigua la experiencia israelí, este tipo de industrias no subsisten, ni maduran sin un fuerte acompañamiento estatal.
Además, la Argentina tiene actualmente en fase conceptual el más ambicioso programa de desarrollo de sistemas VANT de América Latina. Entre 2010 y 2012, la Subsecretaría de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico del Ministerio de Defensa, entonces a cargo de la doctora Mirta Iriondo, concibió, con el aporte de las Fuerzas Armadas y la colaboración de las Fuerzas de Seguridad, el proyecto SARA (Sistema Aéreo Robótico Argentino), un programa integral para el desarrollo y producción de sistemas VANT Clase II y Clase III multipropósito, destinado principalmente a conseguir autonomía tecnológica en lo que respecta a los subsistemas críticos de estas aeronaves: guiado y control, sensores, comunicaciones y propulsión.
Uno de los grandes inconvenientes en los países en desarrollo para la puesta en marcha de proyectos tecnológicos de avanzada es encontrar el actor para que los lleve adelante. En este caso, la Argentina tiene el privilegio de contar con la empresa estatal rionegrina INVAP. El SARA fue pensado para tener como contratista principal a INVAP y, con este punto de partida, generar una red de empresas públicas y privadas proveedoras de ingeniería y componentes. Lamentablemente, después del retiro de Iriondo del Ministerio de Defensa, la firma del contrato del SARA se ha venido demorando, impidiendo el inicio de un proceso que, de concretarse exitosamente, podría llegar a crear un subsector nuevo en la economía nacional.
A comienzos de la década de 1990 la Argentina perdió la carrera por la producción de aeronaves tripuladas con el fracaso del CBA-123 y va a ser muy trabajoso y lento que logre recuperarse en un rubro tan competitivo, difícil y cerrado. Inversamente, la aviación no tripulada brinda una oportunidad única para lograr productos tecnológicamente avanzados, eficientes y con una demanda de inversiones que el país puede costear perfectamente.
Si bien dejamos para un próximo artículo la cuestión de los marcos regulatorios para los VANT –uno de los temas cruciales para la actividad–, parece claro que la ventana de oportunidad que abre esta tecnología no estará abierta mucho tiempo más y sería muy deseable que se aprovechara del mismo modo en que el gobierno encaró el desarrollo y producción de radares.
Como todo desarrollo tecnológico novedoso, los VANT son simultáneamente una oportunidad y una amenaza. El empleo y la orientación que se les dé a estos nuevos artefactos dependerán del lugar que se les asigne en la definición de una política tecnológica de mediano plazo. En este contexto, los VANT, y los drones en general, ponen frente a la Argentina una nueva oportunidad que, a juicio de los autores, no se debería desperdiciar.
07 jul 2014
Temas: Drones, Ministerio de Defensa, Mirta Iriondo, Nilda Garré, UAV, VANT